El individuo y el grupo

4 min de lectura

Kedoshim (Levítico 19-20 )

Enseñanzas profundas de la parashá semanal del líder espiritual de Moshav Matitiyahu en Israel.

El Talmud (Sota 14a) nos instruye sobre la mitzvá de imitar a Dios en todas Sus formas. Tal como Dios viste a los desnudos, visita a los enfermos, consuela a las personas de duelo y entierra a los muertos, así también debemos nosotros emular Su ejemplo. Maimónides (Avelut 14:1) menciona todas las mitzvot anteriores, pero da otra fuente: el mandamiento de la Torá de “ama a tu prójimo como a ti mismo”.

¿Por qué hay dos fuentes para la mitzvá de realizar actos de bondad?

El Midrash (Bereshit Rabá 24:7) relata:

Dijo Rabí Akiva, “Ama a tu prójimo como a ti mismo – esta es una gran regla en la Torá”. Ben Azzai dijo, “Este es el libro de las generaciones del hombre… a imagen de Dios fue creado el hombre” es una gran regla, porque uno no debe decir, “Dado que yo fui avergonzado, así también, debe ser avergonzado mi amigo conmigo. Dado que fui maldecido, así también, mi amigo debe ser maldecido conmigo””.

Rabí Akiva, al igual que Hillel antes que él, vio en este mandamiento, “Ama a tu prójimo como a ti mismo” las bases de toda la Torá. El propósito de toda la Torá, dice Maimónides (Januca 4:14) es traer paz y armonía al mundo, y para lograr esto, uno debe conducirse de tal manera que las cosas que son odiosas y repulsivas para uno no se le hagan a su amigo.

Ben Azzai, sin embargo, temió basar la conducta de una persona hacia otros en sus propios sentimientos subjetivos y hacer que “lo que es odioso para ella” se transforme en el estándar de conducta hacia otros. Siempre hay un peligro de que una persona se vuelva dura e insensible ante la vergüenza o ante los insultos después de numerosas instancias, y por ende, menos sensible ante la necesidad de no humillar o insultar a otros. Por eso, dice Ben Azzai, “en la imagen de Dios fue creado”, es una fuente más inclusiva de los deberes hacia nuestro prójimo.

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Respeto y Honor

A pesar de que ambos versículos parecen aplicar exclusivamente a las relaciones entre el hombre y su prójimo, Rashi (Talmud – Shabat 31a) indica que a Dios también se le llama “nuestro prójimo” y que uno debe relacionarse con Él en paz y armonía. Adicionalmente, la relación entre la propia alma y el cuerpo debe ser armoniosa. “Ama a tu prójimo como a tía mismo” aplica entonces igualmente a todas las relaciones: entre el hombre y Dios, entre el hombre y el hombre y entre el hombre y sí mismo. Y por lo tanto, abarca toda la Torá.

(Rabí Akiva estuvo de acuerdo con Ben Azzai en que la apreciación del valor intrínseco del individuo es crucial, pero sintió que se hacía alusión a esto en las palabras “como a ti mismo”. Una persona primero debe tener un entendimiento adecuado de su propio valor intrínseco para poder cumplir con la mitzvá de relacionarse con su amigo de una forma similar).

Existen dos razones para el respeto que la Torá requiere que mostremos a otros. Uno es comunitario; el otro se enfoca en el individuo. El primero surge del deseo de traer paz y armonía al mundo; el segundo porque cada ser humano merece intrínsecamente respeto y honor como corresponde a alguien que fue creado a imagen de Dios. Por una parte, la Torá se preocupa del individuo y del desarrollo de su imagen Divina; por otra parte la Torá se preocupa de la comunidad, de las interacciones sociales entre la gente.

Algunas veces, estas dos preocupaciones conviven en armonía: lo que es bueno para el individuo es bueno para la comunidad y viceversa. Pero hay momentos donde estos aspectos entran en conflicto, y las necesidades de los individuos entran en conflicto con las necesidades de la comunidad. Algunas veces la comunidad debe ceder ante los individuos, y algunas veces los individuos deben sacrificarse por la comunidad. Este balance entre el individuo y la comunidad es crucial para una observancia apropiada de la Torá y para el desarrollo hacia la perfección.

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Mano Izquierda, Mano Derecha

En la parasha Kedoshim, hay una serie de mitzvot que destacan la importancia del individuo, mientras que al mismo tiempo no pierden de vista la importancia del individuo como parte de la comunidad. Por una parte, la comunidad no se convierte en el valor supremo, robándole al individuo su importancia intrínseca. Al mismo tiempo, el individuo debe reconocer que él no existe en el vacío, que él es un miembro de la sociedad cuyas acciones afectan profundamente a otros.

La Torá nos exhorta, “No divulgues chismes”, respeta la privacidad del individuo. Y también, “No permanezcas silencioso en relación a la sangre de tu prójimo” – debes estar dispuesto a hacer esfuerzos para salvar la vida de otro judío, porque cada judío es un mundo entero.

Al mismo tiempo, no se debe perder de vista la importancia de la unidad y la interacción. Por eso, “No desprecies a tu hermano y te distancies de él albergando sentimientos negativos en tu corazón”, causando de esta forma división en el alma común que une a todos los judíos. Igualmente, la Torá continúa con el mandamiento de reconocer nuestra responsabilidad con otros expresando desaprobación cuando sea necesario. No digas: Yo me preocupo de mis propios asuntos; vive y deja vivir. Tu hermano judío es tu asunto.

El mandamiento, “No tomes venganza” también nos fuerza a reconocer la naturaleza comunitaria del pueblo judío. El Talmud de Jerusalem compara el hecho de tomar venganza de otro judío con alguien que accidentalmente se golpea en su mano izquierda mientras está martillando – ¡y toma el martillo con su mano izquierda herida y le pega a su mano derecha!

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Igual Importancia

Ahora podemos entender la necesidad de las dos fuentes en la Torá para los actos de bondad. Por una parte, uno debe hacer bondad por reconocimiento del valor intrínseco del otro judío, que es un reflejo de la imagen Divina. Adicionalmente, uno debe considerar las ramificaciones de sus acciones en la sociedad, y hacer actos de bondad para promover la paz y armonía en un nivel comunitario.

Estos dos aspectos son fundamentales y cruciales para un servicio Divino apropiado. Los estudiantes de Rabí Akiva – a pesar de haber estudiado de su maestro que “amar al prójimo como a uno mismo” es la base de toda la Torá – no lograron adecuadamente honrar la imagen Divina del otro y tampoco reconocer al otro como socios en el desarrollo de la sociedad.

Nuestro luto sobre su muerte durante este período refuerza nuestro reconocimiento de respeto por nuestro prójimo como la base de nuestra relación con Dios. Debemos apreciar nuestro valor propio como seres humanos creados a imagen de Dios, así como el valor intrínseco de todos nuestros hermanos judíos. Al mismo tiempo, debemos reconocer la igual importancia del grupo y de nuestra necesidad de unirnos pacíficamente y armoniosamente como una comunidad cohesionada.

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