El secreto del perdón

3 min de lectura

Vaigash (Génesis 44:18-47:27 )

Temas contemporáneos a través del prisma de la parashá semanal.

En la parashá de esta semana leemos sobre el dramático momento en que Iosef revela su identidad a sus hermanos. Este momento es la culminación del período de veintidós años que comenzó cuando los hermanos lo vendieron como esclavo. En este preciso momento descubrimos un aspecto destacable del carácter de Iosef.

El versículo dice:Iosef ya no pudo contenerse a causa de todos los que estaban parados frente a él, y llamó: ‘Saquen a todo hombre de mi presencia’, y nadie quedó con él cuando Iosef se dio a conocer a sus hermanos” (Génesis 45:1).

¿Qué significa que Iosef "no pudo contenerse"? Rashi explica: “No pudo soportar que los egipcios estuvieran delante de él y escucharan cuando sus hermanos fueran avergonzados, cuando él se diera a conocer ante ellos”.

¡Increíble! Todas las emociones que Iosef acumuló en los últimos 22 años eran causa de sobra para provocar que en ese momento incluso la mente más lúcida se perdiera en medio de una tempestad de pensamientos confusos. Sólo el hecho de estar separado de su familia durante más de dos décadas, sin ninguna clase de comunicación y sin saber si algún día los volvería a ver, genera una enorme carga emocional que no deja lugar para pensar con claridad y consideración en el momento del reencuentro.

Iosef estaba frente a sus hermanos, quienes intencionalmente le habían causado todo ese sufrimiento. Lo arrojaron completamente desnudo a un pozo lleno de serpientes y escorpiones, luego lo vendieron como esclavo. Ellos fueron quienes le provocaron la tremenda angustia de ser un esclavo solitario, lejos de su amado padre y de su hogar. Más aún, también por culpa de sus hermanos Iosef tuvo que soportar la prueba y la tentación constante de la esposa de su amo. Eso a su vez lo llevó a prisión bajo circunstancias humillantes. Todo eso había sido causado directamente por los actos deliberados de los hermanos.

Con seguridad, hubiésemos entendido si en ese momento tan difícil Iosef hubiera sido insensible con sus hermanos. Tenía motivos de sobra para obviar toda forma de consideración, algo que muchos hubieran descartado incluso sin el mínimo remordimiento.

¡Pero no Iosef! Iosef fue inscripto para la eternidad como el ejemplo supremo del grado en que debemos ser cuidadosos y sensibles con los demás. Una de las principales formas en que se manifiesta esta sensibilidad, como en el caso de Iosef con sus hermanos, es a través del esfuerzo realizado para minimizar la humillación de los demás.

Debemos preguntarnos cómo logró Iosef reunir semejante fortaleza interior para superar e ignorar cualquier sentimiento negativo que tuviera hacia sus hermanos. ¿Cómo fue capaz de comportarse con ellos con tal cuidado y sensibilidad?

En realidad, Iosef mismo responde esta pregunta: “Iosef les dijo a sus hermanos… no se entristezcan… por haberme vendido aquí, ya que para sustento Dios me envió antes que a ustedes… Y, ahora, no han sido ustedes quienes me enviaron aquí, sino Dios…” (Génesis 45:4–8).

Iosef percibió esa larga cadena de experiencias difíciles y tempestuosas como un acto continuo de hashgajá pratit, de providencia Divina. Él entendió que más allá del poder que un ser humano tenga para afectar a otro, Hashem siempre está en control, supervisando y guiando el curso de la historia. Iosef entendió que cualquier impacto que el libre albedrío de sus hermanos tuviera en su vida(1) en definitiva siempre era pequeño e inconsecuente porque, a fin de cuentas, lo que nos ocurre siempre viene del Cielo (2).

El resultado de esta perspectiva es que en Iosef no había ningún rastro de odio ni otros sentimientos negativos hacia sus hermanos. Los amaba tanto como los había amado antes de que lo agraviaran. Esto fue lo que expresó al manifestar tanto cuidado y sensibilidad hacia ellos.

Al tratar de emular (en el nivel que nos sea posible) la convicción y la confianza en Hashem de Iosef, desarrollamos la capacidad de dejar pasar y perdonar por completo el dolor que los demás nos provocaron.


Notas:

1. Ver el primer Biur halajá en el simán 218.

2. Ver Séfer Hajinuj, Mitzvá 241.

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