Caminar por la senda correcta

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Bejukotai (Levítico 26:3-27:34 )

Al llegar al final del Libro de Levítico, la Torá dedica varios capítulos a describir la recompensa por observar los mandamientos de Dios, y los castigos que recibiremos si elegimos ignorarlos. La Torá comienza esta sección con la famosa frase: "im bejukotai teleju" (Levítico 26:3). Este versículo por lo general se traduce: "si siguen Mis decretos". Sin embargo, la palabra teleju viene de la raíz halaj, que significa caminar. Por lo tanto, la traducción literal de esta perpleja frase sería: "si caminan con Mis decretos".

Para interpretar este versículo, el Midrash nos refiere a otro versículo del Libro de Salmos. El Rey David dice: "Medité sobre mis caminos y volví mis pies a Tus testimonios" (Salmos 119:59). El Midrash explica que el Rey David le dijo a Dios: "¡Amo del universo! Cada día vuelvo a pensar las cosas y decido ir a cierto lugar… Pero mis pies vuelven a llevarme a las sinagogas y a las casas de estudio" (Levítico Rabá 35:1). En un nivel simple, el Rey David parece estar diciendo que cada día piensa a dónde ir, pero sin importar a dónde él decida ir, sus pies siempre terminan llevándolo a una sinagoga o a una casa de estudio, a lugares de santidad.

Sin embargo, el Sefat Emet tiene un enfoque diferente de este Midrash. En el mundo, todo contiene una chispa Divina inherente. En algunos lugares, esta santidad es más aparente y en otros está más oculta. Por lo tanto, de acuerdo con el Sefat Emet, lo que el Rey David dice es que a pesar de que durante cada día él pueda ir a varios lugares diferentes, adonde sea que vaya, incluso si se trata del destino más mundano, él encuentra allí la Presencia Divina de la misma manera que la encontraría en una sinagoga o en una casa de estudio. En otras palabras, la realidad interna del mundo es idéntica en todas partes. Existe un manantial de espiritualidad por debajo de la superficie de cada momento y de cada lugar. A veces esta está más accesible, y otras veces hace falta más esfuerzo para cavar y llegar a ella.

Nuestro desafío en la vida es aprovechar esta fuente infinita de santidad que está presente en todos nuestros emprendimientos y en todas partes. A veces pensamos que estudiar Torá y rezar, en contraste al resto de nuestras actividades cotidianas, son las únicas dos formas en que podemos conectarnos con Dios. Sin embargo, de acuerdo con la explicación anterior del Midrash, podemos y debemos esforzarnos por lograr una conexión con la Presencia Divina en todas partes. Podemos encontrar lo Divino casi en todas las cosas, por ejemplo, desde admirar una puesta de sol en la playa, hasta al escuchar la risa de los niños mientras juegan. Al prestar atención a los bellos detalles que existen en la obra maestra de Dios que es este mundo, podemos elevar el nivel espiritual de nuestra existencia a uno que no esté restricto a las paredes de la casa de estudio ni a los bancos de la sinagoga.

Este punto queda claramente ilustrado con una famosa historia que contó el Rav Shimshon Rafael Hirsch, el gran líder de la judería alemana en el siglo XIX, quien una vez viajó a Suiza a pie para ver los Alpes. Cuando sus alumnos trataron de convencerlo para que no viajara tanto, Rav Hirsch les explicó: "Cuando me presente ante Dios, tendré que responder por muchas cosas. ¿Pero qué le diré cuando Él me pregunte: '¿Has visto Mis Alpes?'".

Dios creó un mundo bello para que Sus creaciones puedan disfrutarlo. De nosotros depende encontrar los hilos espirituales que están entretejidos en cada elemento de este mundo, como dice en Deuteronomio: "Desde allí buscarán a Hashem tu Dios, y lo hallarás si lo buscas con todo tu corazón y con toda tu alma" (Deuteronomio 4:29). Cada lugar a donde vamos, y cada emprendimiento en el cual nos embarcamos, contiene una chispa Divina que espera ser atrapada. En este contexto, podemos entender por qué todas las leyes y prácticas judías son llamadas halajá, un término que tiene la misma raíz, halaj, caminar. Las leyes y prácticas judías son mucho más que un sistema de reglas. Ellas representan toda una forma de vida, dirigida a elevar todo lo que hacemos y a donde sea que vayamos a un nivel espiritual más elevado, y a servir como un recordatorio constante de nuestra relación con lo Divino. Por lo tanto, cada encuentro nos brinda una oportunidad para cumplir la primera frase de esta porción de la Torá, permitiéndonos encontrar santidad en todos lados si "caminamos" con los decretos de Dios.

Como judíos, nuestra experiencia religiosa no debe estar simplemente confinada a la sinagoga,. Debemos sumergirnos en cada situación armados con el conocimiento de que tenemos el potencial para aprovechar los manantiales infinitos de santidad que sustentan nuestra existencia.

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