No cumplo lo que prometo, justamente porque ya lo prometí

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Jaiei Sara (Génesis 23:1-25:18 )

Enseñanzas sobre crecimiento personal basadas en la parashá de la semana.

“Sara murió en Kiryat Arba, que es Jebrón, en la tierra de Canaán; y Abraham se levantó de su muerta y habló a los hijos de Jet, diciendo: ‘Soy un forastero y un residente entre ustedes… Si es verdaderamente su voluntad enterrar a mi muerta que está ante mí, escuchen y pidan por mí ante Efrón hijo de Tzojar. Que él me conceda la Cueva de Majpelá, que es de su propiedad, que está al extremo de su campo; que me la venda por su precio total, como propiedad para lugar de sepultura’…. Efrón le respondió a Abraham: ‘No, señor mío, te he dado el campo, y en cuanto a la cueva, te la he dado a ti, a la vista de los hijos de mi pueblo te la he dado a ti; entierra a tu muerta’… Y Efrón dijo a Abraham, diciéndole: ‘Señor mío, una tierra que vale cuatrocientos siclos de plata, entre tú y yo, ¿qué son?’ Y Abraham oyó lo dicho por Efrón y Abraham pesó ante Efrón la plata que había mencionado a oídos de los hijos de Jet, cuatrocientos siclos de plata en moneda corriente”. (Bereshit 23:2-16).

Después del fallecimiento de Sara, Abraham busca un lugar donde sepultar a su esposa. Escoge la cueva donde estaban sepultados Adam y Javá (Mearat haMajpelá) y le pide a Efrón —dueño de la cueva— que se la venda. Efrón responde que no es necesario comprarla, pues él se la dará a Abraham (gratuitamente, tal como Rashí aclara en 23:11). Poco después, Efrón solicita la cantidad exorbitante de cuatrocientas medidas de plata.

Vemos que Efrón prometió mucho y al final no cumplió: prometió darla gratuitamente y finalmente pidió una cantidad enorme de dinero. El Talmud aprende de aquí: “Los hombres justos hablan poco y hacen mucho, mientras que los malvados hablan mucho y no hacen ni siquiera poco”.1

Rav Yerujam Levovitz hace varias observaciones muy profundas acerca de una diferencia entre tzadikim (hombres rectos) y rashaim (hombres malvados): no creamos que la diferencia es que los tzadikim cumplen lo que dicen, mientras que los malvados no cumplen lo que prometen. La diferencia real entre ellos es que los tzadikim no hablan mucho, pero hacen sin necesidad de decir que van a hacerlo y los rashaim hablan mucho y además no cumplen.

Rav Yerujam escribe: “Aquellos que conocieron al Jafetz Jaim recordarán que hablaba poco. Nadie escuchó jamás de su boca: ‘Haré tal cosa’; simplemente actuaba antes de decir que lo haría”. Los rashaim, por su parte, hablan mucho y no hacen ni siquiera poco: “Lo que hablan los malvados surge del deseo de contentarse con decir que van a hacer algo bueno y por ello… mientras más hablan menos hacen, pues al hablar tranquilizan su necesidad de actuar bien... nunca tuvieron la intención de cumplir lo que decían y por eso les es muy fácil prometer”.2

Resulta ser que los tzadikim dicen sólo lo que es necesario decir y hacen mucho más de lo que prometieron, aunque no lo hayan dicho. Los rashaim, en cambio, hablan mucho y al hablar sobre lo bueno que van a hacer ya sienten que hicieron lo suficiente y por eso no llevan a cabo lo que dijeron, pues al prometer ya cumplieron —según ellos— con su deseo de ser buenos.

Los sabios nos enseñan que lo ideal es hacer actos buenos sin necesidad de prometer ni avisar que uno los va a hacer, a diferencia de otras personas que sólo prometen hacer algo bueno pero no lo hacen, justamente porque ya prometieron hacerlo.


Notas:

1. Los sabios (en Babá Metziá 87a) contrastan la actitud de Efrón con Abraham (en Bereshit 18:5), que les dijo a los 3 huéspedes que lo visitaron que les traería un poco de pan y al final les llevó pastelillos, pan, crema y degolló 3 toros para ellos. Efrón habló mucho y no hizo lo que prometió, mientras que Abraham habló poco e hizo mucho más de lo que prometió.

2. Rav Yerujam Levovitz, Daat Torá, a Bereshit 18:5, pagina 118.

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