Curarse con bondad

3 min de lectura

Vaierá (Génesis 18-22 )

Al experimentar un dolor crónico o intenso, una respuesta habitual y lógica es disminuir la actividad y enfocarse en uno mismo. Sin embargo, las investigaciones indican que las personas que sufren dolor pero se enfocan en algo externo, por ejemplo como voluntarios para ayudar a otros, encuentran beneficios tales como una disminución del dolor y de otros síntomas de depresión e incapacidad.

Lo mismo ocurre respecto al envejecimiento. Por lo general, las personas tienden a enfocarse en sus propias necesidades y disminuir su actividad, pero las investigaciones también demuestran que las personas mayores que hacen trabajos voluntarios ven una mejora en su bienestar general, tienen tasas más bajas de mortalidad e incluso disminuyen los niveles de declive de funcionamiento general asociados con la edad. En un estudio fascinante, los investigadores midieron la velocidad en la que caminaban y subían escaleras personas mayores, antes y un año después de hacer trabajo voluntario, y descubrieron que aquellos que habían comenzado a ser voluntarios habían mejorado la velocidad con la que caminaban y subían escaleras por varios años.

Al describir la escena en la que Abraham recibe a los ángeles disfrazados como nómadas no identificados, la Torá provee un detallado relato de cómo Abraham interactuó con ellos, sus preparativos y cómo cumplió la mitzvá de hajnasat orjim, recibir huéspedes. De hecho, el Radak sugiere que el principal propósito de toda esta historia es brindarnos un paradigma de cómo se deben efectuar actos de bondad.

Incluso una lectura superficial de la historia deja al lector asombrado por la velocidad que Abraham manifestó al cumplir la mitzvá. Para cada tarea, Abraham no se limitó a hablar, sino que corrió a cumplirla. Los preparativos fueron llevados a cabo con entusiasmo y vitalidad. Sus acciones son todavía más impresionantes dado que tal como señala el Rambán, Abraham ya era anciano, débil, y estaba dolorido por el reciente brit milá. Además, tenía una cantidad de sirvientes dispuestos a ayudarlo. Sin embargo, Abraham nos enseña la importancia de cumplir la mitzvá con diligencia y asegurarnos de cumplir la mayor parte de la mitzvá por nosotros mismos.

Si profundizamos más en el texto, podemos aprender lecciones adicionales. Para efectuar actos de jésed debidamente, necesitamos un grado de inteligencia social. Al tener consciencia del probable estado mental de los demás, podemos comportarnos de una manera que sea más efectiva. El Alshij sugiere que hay varias razones por las que un huésped puede sentirse incómodo de aceptar una invitación. En primer lugar, no desea ser una imposición sobre sus anfitriones. Esto puede manifestarse en términos de la carga económica que incurren los anfitriones, así como el tiempo y la energía necesaria para limpiar la casa o atender a las necesidades de los huéspedes. Además, los huéspedes mismos pueden tener prisa y no desear verse atrapados en una larga escala en la casa del anfitrión. Al hablar con sus huéspedes, Abraham utiliza un lenguaje estratégico para calmar esos temores. Él les dice que tiene personas que pueden ayudarlo para que no se sientan una carga, y que pueden quedarse debajo del árbol, para que no se preocupen de la posibilidad de molestar en la casa. También les dice que sólo les dará un poco de agua y una rodaja de pan, para que no se sientan mal, pero les lleva toda una comida para que puedan saciarse. Finalmente, parte de la razón por la que se mueve tan rápido, es en caso que tengan prisa, porque no quiere que se sientan incómodos si tienen que partir.

En un nivel midráshico, Rav Eliezer Ashkenazi señala que los Sabios escriben que uno de los ángeles llegó con la misión de curar a Abraham. Sin embargo, en ninguna parte los versículos indican explícitamente cuándo o cómo esto ocurrió. Rav Ashkenazi sugiere que la curación fue una bendición que tuvo lugar como una consecuencia directa de la bondad que Abraham efectuó. Cuando los ángeles accedieron a su pedido de que se quedaran, Abraham se curó, su dolor disminuyó y su velocidad, su diligencia y su vitalidad se incrementaron. Cuando se comprometió y comenzó a efectuar un acto de bondad, Abraham se curó (a pesar de ser anciano y estar débil y dolorido).

Que todos logremos aprender de Abraham, el paradigma del jésed, y nos comprometamos de forma personal a cumplir actos de bondad, con conciencia social y sensibilidad; y que al hacerlo vivamos una vida de salud, felicidad y vitalidad.

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