Deseando temor al Cielo

6 min de lectura

Ekev (Deuteronomio 7:12-11:25 )

"Ahora, Israel, ¿qué es lo que Hashem, tu Dios, exige de ti? Sólo que temas a Hashem, tu Dios…” (Devarim 10:12).

El Talmud aprende de este pasuk que todo está en manos del Cielo salvo el temor al Cielo (Brajot 33b). Dado que el temor al Cielo es lo único que está completamente en nuestras manos, es lo único que Hashem puede exigirnos.

Sin embargo, en todo Shabat mevarjim, el Shabat previo al nuevo mes, le pedimos a Hashem que nos de temor al Cielo: “y danos una vida larga… una vida que tenga temor al Cielo y temor a la trasgresión…”. ¿Por qué rezamos por temor al Cielo, si está completamente en nuestras manos y no en las de Hashem?

En realidad, todo es un regalo de Hashem, incluyendo el temor al Cielo: ni siquiera podemos levantar un dedo sin que Dios nos permita hacerlo. Sin embargo, antes de cumplir nuestros pedidos, Hashem evalúa cuál será el impacto de cumplir nuestros deseos. ¿Nos acercará o nos alejará de Él? Si lo que buscamos es realmente bueno para nosotros y consistente con el plan de Hashem, no hay razón para que Hashem no nos lo conceda. Pero si aquello que deseamos nos hará escapar de la realidad y distanciarnos de Él, entonces seguramente se inclinará hacia no dárnoslo.

Incluso los objetivos espirituales requieren de este juicio, porque ellos también pueden alejarnos de Hashem. Por ejemplo, si estudiar mucha Torá hace que una persona se vuelva complaciente o arrogante, entonces el estudio la estará distanciando de Hashem y por lo tanto es malo para ella.

El único deseo que no necesita esta evaluación es irat Shamáim, el temor al Cielo. Por definición, el irat Shamáim nos coloca firmemente en la realidad y nos acerca a Hashem. Una persona no puede estar despierta y dormida al mismo tiempo. De la misma forma, si le tememos a Hashem entonces no podemos estar simultáneamente escapando de la realidad e ignorándolo.

“Todo está en las manos del Cielo salvo el temor al Cielo” significa que sólo el irat Shamáim viene con la garantía inquebrantable de que quien lo quiera lo conseguirá. No hay obstáculos para obtenerlo, está completamente en nuestras manos, porque es el único logro que nunca puede ser contraproducente.

La Torá describe al temor al Cielo como algo pequeño. "Ahora, Israel, ¿qué es lo que Hashem, tu Dios, exige de ti? Sólo que Le Temas a Hashem, tu Dios…”. ¡Sólo eso! Eso es todo lo que Dios quiere de nosotros. Pero conseguir irat Shamáim no es tan fácil. “¿Es acaso algo simple?”, pregunta incrédulamente el Talmud (Brajot 33b).

Es cierto, el irat shamáim no es fácil de conseguir, pero es sumamente asequible. Nada nos impide lograrlo. Lo único que debemos hacer es desearlo de corazón. En este aspecto, temerle a Hashem es algo simple.

¿Por qué temerle a Hashem?

El temor nos da claridad. En el momento en que alguien salta de un avión o se lanza a 150 kilómetros por hora hacia una curva cerrada, no está pensando en la hipoteca o en el grifo que gotea. El peligro que vive le hace olvidar todas las preocupaciones pequeñas y lo despierta a la exquisita belleza y emoción de estar vivo. A través del peligro de muerte aprecia la gran alegría y el sentido que la vida tiene para ofrecer.

El miedo pone claramente frente a nosotros las tremendamente reales consecuencias que están en juego en la vida, imbuyendo cada momento con muchísimo sentido. “Temor al castigo” implica vivir con la claridad de las profundas consecuencias inevitables de una trasgresión. Es comparable al miedo que uno siente al caminar entre dos rascacielos sobre una soga. Cada paso es dado con gran cuidado y temor, porque un mal paso hace la diferencia entre la vida y la muerte.

Irat Shamáim también incluye el temor a perder la recompensa eterna resultante de realizar incluso la mitzvá más simple. El temor a desperdiciar esta invaluable oportunidad es comparable a la desesperación de una persona que busca frenéticamente el boleto de lotería que acaba de botar por accidente.

El último minuto de un juego de basquetbol siempre es el más excitante, porque es el minuto en él que cada segundo cuenta. Todo disparo podría ser el que de la victoria. Vivir con la consciencia de las profundas consecuencias de la vida nos da un acceso directo al placer de vivir una vida significativa.

Señal de alto frente a la transgresión

El temor a Hashem nos protege de transgredir, porque nos hace conscientes de que estamos bajo constante vigilancia, como dice la Mishná: “Mira tres cosas y no caerás en manos del pecado: Hazte consciente de lo que hay sobre ti, un ojo que ve, un oído que escucha y todas tus acciones son escritas en un libro” (Pirkei Avot 2:1).

¿Cómo te sientes al ver en el espejo retrovisor una patrulla de la policía con las luces prendidas? De inmediato comienzas a preocuparte: “¿Qué hice mal? ¿Estoy manejando sobre el límite de velocidad? ¿Hablando por teléfono? ¿Estoy usando el cinturón de seguridad? ¿Pagué el seguro?”. Incluso si la policía sólo pasa a nuestro lado, su presencia nos hace revisar una y otra vez nuestras acciones.

En la primera halajá del Shulján Aruj, el Ramó escribe: “Shivisi Hashem lenegdi tamid, pongo a Hashem siempre delante de mí, este es el principio más importante de la Torá”. Eso es porque vivir con la consciencia de que estamos en la presencia de Dios transforma la manera en que hablamos y actuamos. Si supiéramos que todo pensamiento y acción está siendo filmado por el Creador del universo, y que el video será transmitido por toda la eternidad, no transgrediríamos.

Está viendo

Se cuenta una famosa historia sobre el Jafetz Jaim, que estaba en una ocasión viajando en una carreta cuando de repente el conductor vio un huerto al lado del camino, lleno de fruta madura y tentadora.

─Espere aquí un minuto ─dijo el conductor, saltando del vagón─ voy a buscar algunas frutas. Usted mire y dígame si viene alguien.

El conductor estaba a punto de entrar al huerto, cuando el Jafetz Jaim gritó: ─¡Está viendo! ¡Está viendo!

Aterrado, el conductor volvió al vagón tan rápido como pudo. Sin aliento, miró a su alrededor, temiendo ser identificado por el observador. Pero no había nadie a la vista.

─¡Me mintió! ─le gritó al Jafetz Jaim─ ¡No hay nadie mirando!

─Por supuesto que sí ─contestó─ Hashem siempre está viendo. Ve todo.

Una necesidad absoluta

El mayor enemigo que todos enfrentamos es nuestro propio iétzer hará, que nunca afloja hasta que morimos. El Jovot Halevavot escribe: “[El iétzer hará] espera para tentarte en todo paso. No eres consciente de él, pero él es consciente de ti; tú no lo tienes en cuenta, pero él sí te tiene en cuenta a ti… no te dejará solo hasta haberte destruido… Por lo tanto, no dejes que ninguna otra lucha te distraiga de la lucha con él” (Sháar Ijud Hamaasé, cap. 5).

El iétzer hará está constantemente confundiéndonos y tentándonos a transgredir, y lo que empeora las cosas es que no sabemos que estamos bajo ataque. Puede derrotarnos antes de que siquiera nos demos cuenta que estamos en medio de una lucha. Sin temor a Hashem, no tenemos posibilidades de derrotarlo.

Esta es otra razón por la que el temor a Hashem es tan crucial. Nos pone en alerta máxima y nos despierta a los insidiosos peligros del iétzer hará, permitiéndonos frustrar su ataque y derrotarlo. En el momento en que bajamos la guardia, el iétzer hará se infiltra y está listo para atacar.

Especialmente en el mundo actual, donde nuestras computadoras y teléfonos nos ponen a un clic del arsenal nuclear del iétzer hará, es claro como el agua que vivir con irat shamáim es un tema de vida o muerte. No podemos sobrevivir espiritualmente sin él.

No es lo ideal

Sin embargo, servir a Hashem por temor no es el ideal. La motivación apropiada para servir a Hashem es que hacer Su voluntad es nuestro honor y privilegio, como escribe el Rambam (Hiljot Teshuvá 10:1):

Una persona no debería decir: Cumpliré las mitzvot de la Torá y me ocuparé en su sabiduría para recibir todas las bendiciones contenidas en ella, o para ameritar la vida en el Mundo Venidero. De la misma forma, [tampoco debería decir] me separaré de todos los pecados en contra de los que advierte la Torá, para ser salvado de todas las maldiciones contenidas en la Torá, o para no ser cercenado de la vida en el Mundo Venidero

No es apropiado servirle a Dios de esta manera, porque se considera que quien está motivado por estos factores sirve por temor. No está en el nivel de los profetas ni del sabio.

Servirle a Hashem por temor es inadecuado, porque implica que no entendemos el sentido y el beneficio de actuar en nombre de la voluntad de Hashem. Nos convierte en mercenarios, cuyo enfoque está más en la paga a recibir que en hacer lo correcto.

Sin embargo, el temor es un prerrequisito absoluto para servirle a Hashem por amor, como escribe el Orjot Tzadikim (en Sháar Haahavá): “Es imposible que una persona alcance [amor por Hashem] hasta que su asombro y su temor sean hacia Hashem. Por lo tanto, el temor siempre precede al amor”.

Sin primero temer a Dios, estaremos esclavizados por los deseos de nuestro cuerpo, atrapados en la depravación del iétzer hará. El temor asegura que permanezcamos fuera de las arenas movedizas, y nos libera para que desarrollemos una relación con Hashem que esté construida sobre la base de comprender cuán increíble es Él. Nuestro objetivo es servir a Hashem por amor, pero el punto de comienzo debe ser el temor.

Hashem espera que demos el primer paso. Después de todo, es lo único que está en nuestras manos.

 

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