Despierta antes que sea demasiado tarde

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Shemot (Éxodo 1:1-6:1 )

“Los Hijos de Israel fructificaron y pulularon, se incrementaron y se volvieron muy poderosos, y la tierra se llenó de ellos. Y se levantó un nuevo rey en Egipto, quien no conocía a Iosef. Le dijo a su pueblo: “¡Vean! Los hijos de Israel, son más numerosos y poderosos que nosotros. Vengan, seamos más listos que ellos, no sea que se multipliquen y, si ocurriera una guerra, también ellos se unan a nuestros enemigos y peleen en nuestra contra y suban de esta tierra” (Shemot 1:7-10).

Cuando la incipiente nación de Israel llegó a Egipto, fue tratada como realeza. Iosef dirigía el país y sus hermanos vivieron en la parte más fértil de la tierra, en Goshen, separados de las masas egipcias. Luego, los egipcios se tornaron en su contra, los persiguieron brutalmente y los esclavizaron. ¿Qué cambió?

La Torá sólo pareciera decir que “se levantó un nuevo rey en Egipto, quien no conocía a Iosef”. Él no recordaba a Iosef porque no quería estar en deuda con él. Y, así, este nuevo rey dijo: “El pueblo judío es más grande que nosotros, más poderoso que nosotros. Seamos más listos que ellos, porque si continúan multiplicándose llegarán a luchar secretamente en nuestra contra. Si hubiera una guerra, se aliarían con nuestros enemigos y nos destruirían”.

¿Por qué Paró se enfrentó a los judíos? ¿Qué hizo que los egipcios comenzaran, repentinamente, a odiarnos? ¿Qué pista nos da la Torá para ayudarnos a entender por qué ocurrió esto?

Asimilación y antisemitismo

La descripción de la Torá del ascenso de un nuevo rey que se tornó en contra de los judíos es precedida por: “Los Hijos de Israel fructificaron y pulularon, se incrementaron y se volvieron muy poderosos, y la tierra se llenó de ellos”.

El Midrash (Yalkut Shimoní 1:7) explica: “¿Qué significa que la tierra estaba llena de ellos? Después de todo, había muchos más egipcios que judíos. Rabí Iojanán dice que llenaron los teatros y los circos, y esto impulsó el decreto inmediato de que los judíos debían estar separados de ellos”.

Citando el versículo: “Traicionaron a Dios, porque engendraron hijos extraños” (Hoshea5:7). El Midrash Tanjumá (Shemot 5) enseña que cuando murió Iosef, los judíos dejaron de circuncidar a sus hijos, diciendo: “Seremos como los egipcios”.

Los judíos en Egipto estaban asimilándose. Llenaron los teatros, se hicieron aficionados de los espectáculos deportivos, comenzaron a filmar películas en Hollywood, por así decir. Como resultado, los egipcios comenzaron a detestarlos y buscaron eliminarlos de su medio. Esta fue la primera demostración en la historia judía de un axioma espiritual que está integrado en la esencia del universo: la asimilación inevitablemente genera antisemitismo.

¿Cómo funciona esta regla? El profeta Yejézquel describe el proceso, y nos conviene prestar atención.

“Y cuando digan: ‘Seremos como las naciones, como las familias de la tierra, adoraremos madera y piedra’ mientras yo viva, la palabra de Hashem Elokim [juro que] legislaré sobre ustedes con mano dura, brazo extendido y furia desatada… los sacaré de entre las naciones y reuniré desde las tierras en que han sido esparcidos, con mano dura, brazo extendido y furia desatada… Los haré pasar bajo la vara y los traeré al lazo del pacto… luego sabrán que Yo soy Hashem” (Yejézquel20:32-34, 37).

¿Quieres asimilarte? ¿Crees que puedes ser parte del mundo no judío y que nadie te molestará? Dios dice: “No dejaré que eso ocurra. Reinaré sobre ti con furia y te sacaré de entre las naciones”.

Dios hizo un pacto con el pueblo judío, y promete que no dejará que nos asimilemos. Asegura que no nos perderemos, más allá de lo alta que sea la tasa de matrimonios mixtos. Ahora, ¿qué frenará la asimilación? Hashem desata el odio de los no judíos hacia los judíos para evitar que se asimilen. Como lo dijo famosamente Rav Jaim de Volozhin: “Si los judíos no hacen kidush, los no judíos harán havdalá”. Será terrible, será horrendo, pero nos salvará de la destrucción y, eventualmente, se lo agradeceremos a Hashem.

Nuestra generación

Mira nuestra generación: la tasa de matrimonios mixtos crece constantemente, los millones de judíos que crecen no afiliados o son criados en otras religiones, el abandono a gran escala del camino de nuestra Torá. Sin dudas, Yejézquel describió nuestra generación. Lo estamos viviendo, vemos la confusión que engulle a nuestra nación. Y nosotros podemos encontrar consuelo en que Hashem no dejará que nos perdamos. ¿Pero podemos decir acaso que ansiamos el enojo y la ira que liberará para despertarnos? ¿Queremos volver a escuchar ‘muerte a los judíos’ en las calles de Europa? ¿Ver pogromos?

¿Quién es responsable? ¿A quién le está advirtiendo Hashem por medio de su profeta Yejézquel?

Con certeza no le habla a Sergio y a Cristina, la bonita pareja mixta que decidió criar a sus hijos con ambas religiones. Cristina seguirá siendo una católica que, de vez en cuando, llevará a los niños a la iglesia, mientras que Sergio los llevará al templo para las Altas Fiestas. Planean celebrar tanto Januca como Navidad. Durante la primavera, comerán huevos de Pascua y tendrán un Séder de Pésaj. Si los niños quieren ser judíos, estará bien. Si quieren ser católicos, también estará bien. Hashem no les está hablando a Sergio y a Cristina, ellos no entienden.

Nos está hablando a nosotros, los Bnei Torá, los judíos religiosos que sabemos que Hashem existe, que sabemos que nos dio su sagrada Torá. Le habla a quienes entienden que estamos perdiendo millones de nuestros hermanos y hermanas, que atestiguamos otro jurbán, un ‘holocausto espiritual’. Somos los únicos en la tierra que podemos oír el mensaje de Dios. No queda nadie más. Somos quienes tienen la responsabilidad.

El profeta nos advierte. Podemos planear un ‘programa’ o, jas vejalila, habrá un ‘pogromo’.

Desgarren sus corazones

El profeta dice: “Vekirú levavjem veal bigdejem veshuvu el Hashem”, ‘desgarren sus corazones y no sus prendas, y vuelvan a Hashem su Dios’ (Yoel 2:13). Desgarren sus corazones y hagan teshuvá, para no tener que rasgar sus ropas en señal de duelo. ¡Despierta! Deja atrás la apatía. Repara la raíz del problema, para que Hashem no tenga que sacudirnos para que entendamos el mensaje.

Hashem nos está hablando. Debemos recibir el mensaje. El Talmud enseña: “Si una persona tiene un dolor de cabeza, debería verlo como si la hubiesen encadenado [para ser enjuiciada]” (Shabat 32a). No esperes la calamidad. Si la escritura está en la pared, en forma de antisemitismo, puedes anticipar que, si no despiertas ahora y haces teshuvá, el próximo paso será más duro. Será peor, porque Hashem no va a renunciar a nosotros. Visualiza las consecuencias y canaliza ese miedo hacia la acción.

“Gobernaré sobre ti con mano dura, brazo extendido y furia desatada”. Hashem habla en serio. Él prometió que no permitirá que el pueblo judío desaparezca. Desgarraremos nuestras prendas en señal de duelo cuando Su furia sea desatada, y diremos llorando: “¿En dónde estábamos? Leímos los estudios, vimos lo que estaba ocurriendo. ¿Qué hicimos al respecto?”. “Kirú levavjem”, desgarren sus corazones y despierten. “Veal bigdejem”, no desgarren sus prendas, no permitan que ocurra la fatídica catástrofe. Sentirse mal por las grandes masas de judíos que se asimilan y se casan en matrimonios mixtos no es suficiente. No podemos permanecer complacientes, tenemos que actuar.

Somos responsables. Debemos movilizarnos y hacer lo que sea que esté a nuestro alcance para detener la marea de la asimilación. Cada uno de nosotros debe pensar en lo que puede hacer. Cada noche, antes de ir a dormir, piensa durante diez minutos en lo que puede hacerse*. Involúcrate, únete a los miles de personas recibiendo entrenamiento en diferentes programas para acercarse efectivamente a sus vecinos, colegas y familiares no religiosos.

Baruj Hashem, en los últimos 40 años el kiruv se ha vuelto una prioridad dentro del mundo religioso, y estamos haciendo una diferencia. Pero no es suficiente. Nos queda algo de tiempo, pero las nubes tormentosas se acercan rápidamente. Queda mucho más por hacer. Hashem nos está esperando.


Rav Nóaj Weinberg dejó la siguiente declaración como parte de su tzavá, su ‘última voluntad y testamento’:

“A mis hijos, mis estudiantes, y los contribuyentes que, de alguna forma, contribuyeron a la causa de Aish HaTorá:

Les instruyo, imploro y aconsejo, a cada uno de ustedes, pasar diez minutos cada noche pensando en la terrible profanación del Nombre de Hashem que representa el hecho de que la mayoría del pueblo judío niegue la validez del judaísmo y su obligación de ser una luz para el mundo.

Segundo, enfóquense en el dolor de nuestro Creador, el dolor subsecuente de la humanidad, y pensar en lo que puede hacerse para resolver este problema.

Instruyo, imploro y aconsejo a todos los que sienten agradecimiento por lo que Aish HaTorá ha hecho por ellos y a quienes respetan mi opinión, que hagan lo que puedan para ayudar a Aish HaTorá a cumplir su misión de traer a los hijos de nuestro Creador de vuelta a casa, desde donde sea que estén”.

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