El peligro de juzgar a los demás

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Bo (Éxodo 10:1-13:16 )

Dios le dice a Moshé: “Ya está. Golpearé a todo primogénito (kol bejor) de la tierra de Egipto, desde el primogénito de Paró hasta el primogénito de un cautivo extranjero en prisión”. Kol bejor (todo primogénito) implica que incluso si había un turista o un residente temporal de otra nación que tenía o había tenido un hijo primogénito, éste también moriría (ver Rashi, 12:29). Y la Torá especifica que el primogénito de un prisionero de guerra también murió en esta plaga final.

Rashi pregunta: ¿Dónde está la justicia en matar al primogénito de un prisionero? ¿Por qué debería morir? No tuvo nada que ver con la esclavización de los judíos. También era uno de los prisioneros de Paró.

Rashi da dos razones, lo que implica que ambas razones son necesarias. Una, que los prisioneros disfrutaron el sufrimiento de los judíos. Dos, para que ellos no dijeran: “Nuestros dioses han traído este castigo a los egipcios”. Si bien a partir de estas dos razones podemos entender por qué los primogénitos de los cautivos también murieron, Rashi no incluyó en su explicación por qué el primogénito de un residente temporario —el ciudadano de otro país que estaba viviendo en Egipto— también murió. Pareciera que hay una justificación diferente para su muerte, a pesar de no haber sido parte del país que perseguía a los judíos. ¿Qué hizo mal?

La respuesta es obvia, razón por la que Rashi no se molestó en escribirla. No puedes ser turista ni residente temporario en un país que está cometiendo genocidio. Si permaneces allí, incluso si no tienes un involucramiento activo, estás condonando la atrocidad y eres parte de ella.

El prisionero no puede salir, está varado allí, por lo que Rashi necesita explicar la razón por la cual el primogénito de los prisioneros también murió. Pero no hay necesidad de explicar por qué murió el primogénito del residente temporario. ¿Cómo puede vivir en un país que persigue a otra nación? Su silencio significa que es parte del crimen.

Ya sea que estés haciendo algo activamente o que lo estés condonando con silencio, no hay diferencia. Como dijo famosamente Edmund Burke: “Lo único que hace falta para el triunfo del mal es que los hombres buenos no hagan nada”. De acuerdo a los servicios de inteligencia, en el mundo hay 1.200 millones de musulmanes, de los cuales el 15-25% busca la destrucción de occidente. El 75-85% restante de la población musulmana son personas que aman la paz, pero eso es irrelevante si permanecen en silencio. Son los fanáticos asesinos los que dirigen la batuta, como atestiguamos dolorosamente durante la Alemania nazi. Cuando la mayoría es complaciente, se transforma en cómplice del terror. Debemos adoptar una posición activa en contra de la violencia.

Salvando a los primogénitos judíos

Si Dios estaba trayendo una plaga para matar a los primogénitos de los egipcios, ¿por qué los Bnei Israel tuvieron que tomar medidas para asegurar que sus primogénitos no murieran?

“Hablen a toda la asamblea de Israel, diciendo: En el décimo de este mes cada hombre tomará para sí un cordero o cabrito por casa paterna… Tomarán de la sangre y la pondrán sobre las jambas y sobre el dintel de las puertas de las casas en que lo comerán… Y la sangre será señal sobre las casas en las que estén, y veré la sangre y los saltearé, y no habrá plaga para destruir cuando golpee en la tierra de Egipto” (ibíd. 12:3, 7, 13).

Sin la sangre del Korbán Pésaj en sus jambas, los primogénitos de los judíos también hubiesen muerto. ¿Por qué? ¡Los judíos eran los perseguidos! ¡Hashem estaba acudiendo al rescate! Es verdad, hizo falta una razón para matar al primogénito del cautivo: ellos disfrutaron la persecución de los judíos o hubieran dicho que sus ídolos fueron quienes hicieron esto. Pero los judíos eran el pueblo de Dios. Con seguridad, no disfrutaron su propia persecución y sabían que Hashem era quien hacía todos los milagros. ¿Por qué tuvieron que poner sangre en sus marcos para que Dios salteara sus hogares y permanecieran inmunes a esta plaga? ¿Cuál fue el error de los judíos?

Cuando le pides a Dios que juzgue a alguien, tú eres juzgado primero, incluso si tienes razón. “Rav Janán dijo: quienquiera que emite un juicio [al Cielo] a su compañero, es castigado [por sus propios pecados] primero” (Baba Kama 93a). Si deseas que se haga justicia, le pides a Dios que inhiba su rasgo de misericordia y que juzgue. En ese caso, debes estar preparado para tolerar el escrutinio de esa justicia, porque Dios examinará tus acciones primero.

Cuando clamas a Dios y le pides misericordia, apelas a Su rasgo de misericordia y paciencia. Esa pasa a ser la realidad de tu relación con Hashem. Pero cuando dices: “Dios, ¡mira lo que me están haciendo!” tu relación pasa a estar basada en justicia, y así como Hashem juzgará a tu perseguidor, también te juzgará a ti. Si criticas con fuerza a las personas cuando se equivocan, entonces, eso quiere decir que tú crees que los errores de los demás son de su exclusiva responsabilidad. Eso también significa que has aceptado que tus errores son exclusivamente tu responsabilidad, ya que pensar diferente te convertiría en hipócrita.

Y, como se estaba haciendo justicia con los egipcios, opresores del pueblo judío, los judíos también estuvieron sujetos al juicio de Hashem.

Como un hombre con un solo corazón

Esta es una importante enseñanza para internalizar. Demasiado a menudo analizamos los errores de los demás con una mirada feroz. No tenemos compasión y tolerancia, ignoramos las circunstancias atenuantes que ayudan a explicar la razón por la que alguien cometería tal error. Nos negamos a ver más allá de la superficie; los demás quieren hacer lo correcto y crecer tanto como lo queremos nosotros. quieren ser amables. Quieren compartir. Quieren ayudar. Sólo se están equivocando, están atrapados en una jaula. En lugar de entenderlos, los condenamos y creamos desunión, lo que debilita los cimientos de nuestra nación.

En el proceso, también nos herimos a nosotros mismos, porque al juzgar a los demás pedimos juicio sobre nosotros mismos. Si no puedes tolerar el error de otra persona, Dios no tolerará el tuyo.

Y nuestro criticismo no sólo crea una barrera entre nosotros y nuestros hermanos, sino también entre nosotros y Hashem, y aleja la Shejiná, la ‘presencia de Dios’. Esta es la causa de nuestra destrucción.

En Sinaí, el pueblo judío estuvo unido. “Vaiján sham Israel negued ha-har”, ‘E Israel acampó allí, frente a la montaña’ (Shemot 19:2). La palabra vaiján, ‘acampar’ está expresada en singular, la nación fue “ke-ish ejad ve-lev ejad”, ‘como un hombre con un solo corazón’. Cuando eso ocurre, Dios deja los cielos y se comunica con nosotros. Eso ocurrió en el Monte Sinaí.

Al unirnos con otros judíos, podemos materializar el potencial del pueblo judío. Pero debemos superar nuestra tendencia a juzgar a los demás y a ser críticos e intolerantes. La genialidad del pueblo judío está en nuestro interior, esperando para cambiar el mundo. Y hemos visto chispazos de ella, como cuando el pueblo judío se unió en 1948 para cumplir el sueño de volver a nuestra tierra, de construir nuestra nación. Lo vimos también en un reciente Sium Hashás.

Pero estamos divididos por un odio sin sentido, por un criticismo infinito y por peleas internas constantes, todo lo que socava nuestro potencial para la grandeza.

¿Cuál es la respuesta? Ke-ish ejad ve-lev ejad, como un hombre con un solo corazón: tener siempre en mente nuestro propósito y visión sublimes, el objetivo unificador que nos une “para perfeccionar el universo bajo la soberanía de Dios”.

Cuando permanecemos enfocados en el objetivo general, podemos elevarnos por sobre nuestra bajeza y nuestro coraje malvado. Aprendemos a perdonar y a dar el beneficio de la duda, a contener nuestro juicio y criticismo. Si nos enfocamos en nuestra visión común, nuestro poder es ilimitado, porque habremos hecho uso de la energía incesante de Hashem y ameritado Su presencia. Esto nos permitirá logros muy superiores a nuestras expectativas y sueños.

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