Eligiendo un profeta no judío

4 min de lectura

Balak (Números 22:2-25:9 )

"Nunca en Israel surgió alguien como Moshé, a quien Hashem conoció cara a cara” (Devarim 34:10)

En Israel no surgió nadie como Moshé, pero entre las naciones sí surgió un profeta como Moshé. ¿Quién fue? Bilam (Sifrí, Devarim 357).

En la parashá de esta semana conocemos a Bilam, el profeta no judío que Balak contrató para maldecir al pueblo judío. Pero Hashem frustró su plan y, a pesar de todos sus esfuerzos, sus maldiciones fueron transformadas en grandiosas bendiciones.

A pesar de su estatus de profeta, Bilam no era un tzadik. La Mishná lo presenta como el opuesto absoluto de Abraham Avinu: “Todo el que tiene estas tres cosas es contado entre los estudiantes de Abraham Avinu, y el que tiene estas otras tres cosas, es contado entre los estudiantes de Bilam el malvado. [Quien tiene] Buen ojo, espíritu humilde y poco apetito, es de los estudiantes de Abraham Avinu. [Quien tiene] mal ojo, un espíritu altanero y un amplio apetito, es contado entre los estudiantes de Bilam el malvado” (Pirkei Avot 5:22). Bilam también le aconsejó a Balak que usara a las mujeres de Moav y Midián para incitar al pueblo judío a adorar ídolos (Sanedrín 106a).

Nuestros sabios preguntan: “¿Por qué Dios hizo reposar su Shejiná en un no judío tan malvado? La respuesta es: para que las naciones del mundo no dijeran ‘si hubiéramos tenido profetas nos hubiésemos arrepentido’. Entonces, Él les asignó profetas…” (Bamidbar Rabá 20:1). Si no fuese por Bilam, las naciones del mundo hubiesen tenido una queja válida. “No es justo —hubieran dicho— enviaste al pueblo judío un profeta como Moshé, que los guió y les enseñó. Si nos hubieras enviado un profeta como Moshé, ¡hubiéramos sido tan buenos como los judíos!”.

Entonces, Dios les envió a Bilam, quien profetizó en el mismo nivel que Moshé. ¿Y qué ocurrió? Moshé llevó al pueblo judío a Dios, mientras que Bilam intentó maldecir al pueblo judío y, al hacerlo, destruyó a su propio pueblo. Esta fue la respuesta de Dios a las naciones: “¡Vean lo que ocurre cuando les doy un profeta! Dejen de brindar excusas”.

Pero eso no es suficiente para terminar la discusión, porque los no judíos podrían responder: “Enviaste a Moshé Rabeinu para el pueblo judío, un increíble tzadik que fue un líder humilde pero poderoso. Para nosotros, ¿elegiste a alguien como Bilam? ¿Es eso justo? Hashem, ¿no pudiste encontrar a alguien mejor que el malvado Bilam? ¿Por qué no alguien como Iov, que, de acuerdo a algunas opiniones, era un gentil recto?” (Baba Batra 15b)

Al elegir un profeta para las naciones, Dios tuvo una condición crucial. Si bien este profeta recibiría el mismo nivel de profecía que Moshé Rabeinu (la claridad máxima y trascendental de conocer a Dios), debía igualmente elegir siendo no judío. Si se convirtiera al judaísmo, socavaría el objetivo de darles un profeta a las naciones del mundo.

Entonces, Dios buscó por todos lados y encontró a Bilam, un no judío que, incluso teniendo el conocimiento más elevado sobre el asombroso y amoroso Creador del universo, se negaría a unirse a Él convirtiéndose en judío. Esta negación, eventualmente, lo llevaría a atacar al pueblo judío y a autodestruirse.

Podemos entender por qué Bilam elegiría no convertirse. Pero, ¿por qué ser tan malvado? ¿No pudo permanecer neutral?

Elixir de vida, poción mortal

Si hablamos de Torá, no hay puntos medios. Nuestros sabios nos enseñan: “Si una persona es meritoria, la Torá es un elixir de vida (sam ha-jaim); si no lo es, es una poción mortal (sam ha-mávet)” (Yomá 72b). La Torá es el camino a la claridad absoluta, contiene la más profunda sabiduría del universo. Si la estudias y la pones en práctica, te da fortaleza y sentido. Si no lo haces, esas mismas palabras de Hashem pueden destruirte.

¿Cómo se entiende? Bilam recibió el sam ha-jaim, un elixir de vida, el regalo supremo de conectarse a Dios. A pesar de recibir este regalo, se negó a hacer un pacto con Hashem, decidiendo no asociarse con Dios y Su pueblo. Esa decisión fue, en sí misma, una rebelión. Para justificar su elección, Bilam tuvo que denigrar al pueblo judío y convertirse en enemigo del bien que éste representaba. Tuvo que enfrentarse activamente —hasta el punto de buscar destruirlos— para permanecer firme en su decisión de rechazar a Dios y alejarse de la verdad absoluta. Es por eso que Bilam se convirtió en rashá, en una ‘persona malvada’, a pesar de ser profeta.

Esta clase de rebeldía no debe ser confundida con un típico báal teshuvá que, en el comienzo de su proceso de teshuvá, sigue cometiendo muchas transgresiones mientras adopta el cumplimiento de algunas mitzvot. El nivel inconsistente e imperfecto de observancia de Torá del báal teshuvá no implica un rechazo al estilo Bilam a seguir el camino de Dios. El báal teshuvá dice: “Sí, la Torá es el objetivo real y quiero cumplirla, pero soy débil, no estoy preparado para renunciar a la diversión y a mi hamburguesa con queso. Quisiera tener la fortaleza para hacerlo todo”.

El báal teshuvá descubrió el sam ha-jaim, el ‘elixir de vida’, y crece paso a paso. La Torá no les fue entregada a los ángeles; lleva tiempo, hay un largo camino para transitar. Sin embargo, con el tiempo, llegará al objetivo. No dice: “No puedo aceptar la realidad de Shabat. Me rehúso a comer kósher. No lo quiero hacer”. Simplemente está luchando con las exigencias repentinas de la Torá. Eventualmente, su estudio de Torá le dará una mayor claridad y la fuerza para cambiar. Y Dios tiene una paciencia infinita con él.

“El recto cae siete veces y se levanta, pero los malvados tropezarán con el mal” (Mishlé 24:16). Las buenas personas no sólo pueden caer, sino que efectivamente caen; la clave es que se esfuerzan para levantarse y continuar creciendo. Están en un camino, a pesar de los inevitables tropiezos. Pero, el rashá, el ‘hombre malvado’ como Bilam, está caído. Decide no levantarse. Elige permanecer firmemente en su desapego a Dios.

Todos somos débiles e imperfectos; lo que nos diferencia de Bilam es que nos esforzamos para llegar al éxito. El hombre recto puede caer siete veces; está deprimido, se da por vencido, se frustra y se enoja, ¡pero se levanta! Quieres subir esa montaña y llegar a la cima, sin resignar nada. Ten cuidado de no poner un muro o un escudo que te impida ver algún aspecto de la verdad, como hizo Bilam, porque eso sólo llevará a la autodestrucción.

Claridad o muerte. La vida es un viaje difícil, todos tenemos nuestras debilidades. Pero, mientras continuemos siendo honestos y nos esforcemos para crecer, nunca seremos un enemigo del bien, porque estaremos apegados al sam ha-jaim, al ‘elixir de vida’.

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