Haciendo historia

4 min de lectura

Jaiei Sara (Génesis 23:1-25:18 )

Sará, su amada esposa, acaba de morir. Después de ofrecer un discurso fúnebre en su honor, Abraham quiere darle un entierro apropiado. Pero primero tiene que lidiar con los hijos de Jet, los jitíes, y el avaro y manipulador Efrón para adquirir una parcela apropiada para enterrarla.

Si observas cuidadosamente el capítulo completo, verás que un grupo de personas es mencionado repetidamente:

Abraham se levantó de la presencia de su muerto y les habló a los hijos de Jet

Y los hijos de Jet le respondieron a Abraham…

Luego Abraham se levantó y se reverenció ante los miembros del consejo, los hijos de Jet

Ahora, Efrón estaba sentado entre los hijos de Jet, y Efrón el jití le respondió a Abraham en presencia de los hijos de Jet

Y Abraham pesó para Efrón el precio que había mencionado en presencia de los hijos de Jet

Y el campo de Efrón… fue confirmado como adquisición de Abraham en presencia de los hijos de Jet

Así, el campo con la cueva que estaba en él, fue confirmado como propiedad de Abraham para sepultarla [a Sará], de parte de los hijos de Jet

El campo que Abraham había comprado a los hijos de Jet, allí Abraham fue enterrado, y Sará su esposa.

La Torá es muy exacta, no hay en ella ninguna palabra ni letra extra. La repetición de las palabras bnei Jet, los ‘hijos de Jet’, es sorprendente. Se mencionan nueve veces en Jaié Sará y una vez más adelante, en la parashá Vaiejí (49:32). Sabemos quiénes son los personajes de la historia. ¿Para qué repetir sus nombres diez veces?

El Midrash explica: “Rabí Elazar dijo: ¡Cuánta tinta es derramada, y cuántas plumas son rotas, para escribir los hijos de Jet! Diez veces [la Torá] escribe los hijos de Jet, los hijos de Jet. Esas diez menciones corresponden a los Diez mandamientos, para enseñarte que todo el que ayuda en los tratos comerciales de una persona recta es considerado como si hubiese cumplido los Diez mandamientos” (Bereshit Rabá 58:8).

Los bnei Jet no sólo son mencionados para la posteridad en la Torá en una sola ocasión, ¡sino que diez veces! Piensa cuánta tinta fue utilizada para escribir esas diez frases en el curso de 3.300 años del libro más vendido del mundo. ¿Por qué la repetición?

Una acción puede definir tu vida

El Midrash señala que una acción puede hacer historia. Los jitíes eran una nación cruel, a quienes todos temían (el nombre Jet viene de la palabra hebrea para ‘temor’ (1)). A pesar de su naturaleza barbárica, los hijos de Jet ayudaron a Abraham Avinu a comprar Maarat Hamajpelá de Efrón. Hicieron una buena acción: ayudaron a un tzadik, alguien a quien reconocieron como un nesí Elokim, un ‘príncipe de Dios’. Por esta única acción, se consideró que cumplieron los Diez mandamientos. ¿Qué significa esto? Significa que hicieron que su vida valiera la pena de ser vivida.

Por medio de una sola acción, una persona puede impactar el mundo de manera que justifique su existencia y la haga merecedora de ser recordada para toda la eternidad. Puede dejar su marca en la historia.

Imagina ver a un bebé caer en una piscina. Te metes, completamente vestido, y rescatas al niño. Tus ropas están empapadas, tu teléfono se arruinó, pero igualmente sientes: ‘Huau, acabo de salvar la vida de este niño’.

El que hayas hecho algo heroico una vez no significa que ahora ya puedes dejar de vivir, o que hayas alcanzado la grandeza. Siempre hay mucho más para lograr en la vida. Sin embargo, se reconoce que hiciste algo que para siempre le dará sentido a tu existencia. Tu acto es digno de ser recordado, y merece ser recordado para la posteridad.

Acércate a los demás

Todos tenemos oportunidades, a diario, de agregar significado a nuestra vida y a las vidas de los demás. Pero para lograrlo debemos estar alerta. Quizás en el momento, ni siquiera advirtamos lo crítica que puede ser una simple acción. Para ilustrar, presento una historia real:

Eric Coopersmith tenía 19 años y era voluntario en el Kibutz Sháar Haamakim en Israel. Durante una visita a Jerusalem, se cruzó con Aish HaTorá, en donde conoció a Efraim Shore, un compatriota canadiense que llevaba varios meses estudiando en la Ieshivá. Eric disfrutó su conversación con Efraím y comenzó a pensar que, quizás el judaísmo era más de lo que simplemente le habían enseñado en la escuela judía. Él le dijo a Efraim que volvería a visitar en un mes, pero que en ese momento tenía que completar su tarea como voluntario en el kibutz.

De regreso en el kibutz, Eric compartió sus impresiones de Aish HaTorá con su compañero de cuarto no judío. Este compañero era un católico romano frustrado, y convenció a Eric de que los rabinos eran vendedores de “pociones milagrosas” y que la religión era algo vacío. Consecuentemente, Eric decidió olvidarse de la idea de pasar tiempo en Aish HaTorá, y en cambio optó por continuar directamente con su viaje a Europa una vez terminada su estadía en el kibutz.

Varias semanas después, durante bein hazmanim, Efraim estaba en un autobús camino hacia el norte. Mirando por la ventana, de repente vio una señal que indicaba el Kibutz Sháar Haamakim. ‘Hey, ¿no es ese el kibutz en el que está Eric?’, se dijo Efraim a sí mismo.

Rápidamente presionó el botón para anunciar su parada y se bajó del autobús. Buscó a Eric en el kibutz y lo volvió a convencer de que valdría la pena retornar a Aish HaTorá para explorar la sabiduría del judaísmo antes de continuar su viaje por Europa.

Unas semanas después Eric volvió a Aish HaTorá, en donde finalmente se recibió de rabino y fue uno de los confidentes más cercanos del Rosh Ieshivá, responsable del desarrollo de muchos de los programas más exitosos e influyentes de Aish HaTorá en el mundo entero.

Efraim podría haberse quedado en el autobús, que es quizás lo que la mayoría de nosotros habríamos hecho. Después de todo, sólo se había encontrado con Eric una sola vez, por unas cuantas horas. Pero, en cambio, aprovechó la oportunidad para acercarse a él, ignorando el impacto que sus acciones tendrían eventualmente en el pueblo judío.

Deja tu marca

La historia se escribe a diario, y cada uno de nosotros tiene la oportunidad de dejar su marca para la eternidad. ¿Cómo? Toda persona puede hacer el esfuerzo para acercarse a un judío. Puedes cambiar el curso de la vida de alguien y dejar tu marca en la historia. Nunca sabes cuándo la persona a quien te acercaste se convertirá en una pieza clave del relato.

La decisión de acercarte y ayudar a alguien, una simple acción, puede dejar tu marca para siempre y agregar un significado infinito a tu vida y a la de tus seres queridos. Las oportunidades nos rodean. Da el paso hoy y deja tu marca para la posteridad.


Notas:

(1) De acuerdo a Igra DeKala (Jaié Sará 28:20), por el autor de Bnei Isajar, Rav Elimélej Shapiro.

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