Kiruv: El bien más grande que existe

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Ree (Deuteronomio 11:26-16:17 )

La parashá de esta semana señala al mesit, alguien que incita a los judíos a adorar ídolos, otorgándole el trato más duro para cualquier transgresor en la Torá. El pasuk dice: “No asentirás a él [el misionero] y no lo escucharás, tus ojos no tendrán compasión de él y no te apiadarás. Sino que ciertamente lo matarás” (Devarim 13:9, 10).

Estas tan inusuales instrucciones comprenden cinco mandamientos negativos diferentes, que el Rambam (Hiljot Sanhedrín 11:5) resume como sigue:

Las leyes pertinentes a un mesit, quien incita a otros a servir a dioses falsos, difieren de las que aplican a otros que tienen pena de muerte.

1) Le ocultamos los testigos.

2) No necesita advertencia, como necesita el resto de los ejecutados.

3) Si salió de la corte como inocente, y alguien dijo: “Tengo un argumento que llevará a su condena”, se lo devuelve [y se lo vuelve a juzgar].

4) Si fue sentenciado a muerte y alguien dijo: “Tengo un argumento que llevará a su liberación”, no es llevado de nuevo a juicio.

5) La corte no presenta argumentos en favor de un mesit. Y se coloca en la corte que lo juzga a un anciano, a un eunuco y a una persona que no tiene hijos, para que no le tengan misericordia. Porque la crueldad hacia quienes descarrían al pueblo hacia el vacío trae misericordia al mundo, como dice la Torá: “Para que vuelva Hashem de su ira y te dará misericordia” (Devarim 13:18).

La misma Torá, cuyo principio fundamental es ‘ama a tu prójimo como a ti mismo’, nos obliga a no tener piedad hacia el mesit, y a buscar agresivamente su condena y ejecución.

Rav Aharón Kotler, en Mishnat Rav Aharón (vol. 1, p. 254), deriva la siguiente idea de las leyes particulares del mesit.

Nuestros sabios nos enseñan que el deseo de Hashem de recompensar es 500 veces mayor a su deseo de castigar. Esto se deriva del pasuk en Shemot (34:7, ver Rashi allí) que dice que el castigo sólo puede extenderse hasta la cuarta generación, mientras que la recompensa puede extenderse por 2.000 generaciones.

En consecuencia, explica Rav Aharón, si un mesit se considera el peor transgresor que puede haber y, como resultado, es tratado con mayor severidad que incluso un asesino o un idólatra, el opuesto al mesit, es decir, un mekarev, quien hace retornar judíos a la Torá, debe ser la persona más recta de todas, y será recompensada 500 veces más que lo que el mesit es castigado.

Es importante notar lo rigurosas que son las condiciones de la Torá para el mesit. Si alguien le dijera al gadol hador: “Reverénciate ante un teléfono porque responderá tus plegarias”, y el gadol lo echara de inmediato, diciendo: “Eres un lunático, vete de aquí”, la persona se considera mesit a pesar de que sus palabras no tuvieron impacto. El mero intento de alejar a una persona de la Torá categoriza a alguien como mesit.

Muchas personas que dedican sus vidas al kiruv creen erróneamente que sus esfuerzos por otros judíos son importantes sólo si la persona con la que trabajan se vuelve shomer shabat. Con certeza, esto es un gran logro, pero no es lo que le confiere a la persona el elevado y codiciado estatus de mekarev. Si una persona es considerada mesit sólo en virtud de su intento de alejar a alguien del judaísmo, entonces quien intenta acercar a alguien al judaísmo debe ser considerado un mekarev sólo en base a su intención.

Tomar la iniciativa e intentar reconectar a un judío al judaísmo es considerado por Hashem como el bien más grande que hay, y es merecedor de la más grande recompensa. El impacto real que tengamos en el otro judío es secundario.

Quien intenta alejar a un judío busca alejar al mundo de Hashem, creando así un jilul Hashem. Esto se contrapone a quien trata de acercar a un judío a su Padre celestial. El segundo busca aumentar la conciencia de Dios en el mundo, y con sólo hacer un esfuerzo crea kidush Hashem. Si lo consigue, entonces el logro es mucho mayor. Y si esto es cierto para quien llega a un solo judío; ¡cuanto más aplica a quien se esfuerza genuinamente para impactar a todo klal Israel, para llegar a todo el pueblo judío!

Mérito incomparable

El Jovot Halevavot escribe algo increíble:

Las buenas acciones de una persona no la convierten, por sí solas, en merecedora de la recompensa en el mundo venidero. Dios la considera merecedora sólo por dos factores más en adición a sus buenas acciones. El primero es que le enseña a los demás sobre el servicio a Dios y los guía para hacer el bien… El segundo es la bondad y la beneficencia de Dios.

(Sháar HaBitajón, cap. 4)

Una persona puede servir a Dios con todo su corazón y elevarse al nivel de los ángeles, puede ser un ángel en su entendimiento espiritual, en sus tratos comerciales, en sus relaciones con los demás e, igualmente, el Jovot Halevavot declara que no puede entrar al Olam Habá a menos que les enseñe a otras personas sobre Dios.

¿Por qué es así? Porque si no tratas activamente de hacer retornar a los judíos a Dios y a su Torá, no amas realmente ni a Dios ni a sus hijos. Como escribe el Rambam en Séfer HaMitzvot (mandamiento positivo 3), sobre la mitzvá de amar a Hashem:

Nuestros sabios dijeron que esta mitzvá incluye acercar a toda la humanidad al servicio de Dios, exaltado sea, y a creer en Él. Esto es porque, cuando amas a alguien, le prestas tu atención, lo alabas y llamas a los demás a amarlo. De la misma forma, si realmente amas a Dios, mediante tu entendimiento y conciencia de su existencia verdadera, seguramente esparcirás este conocimiento verdadero, que tú sabes, a los negadores y a los tontos.

De manera similar, dice el Sifrí: “Amarás a Hashem”, es decir, harás que sea amado entre las personas, como lo hizo tu padre Abraham, como está escrito: “Las almas que hizo en Jarán” (Bereshit 12:5).

El Sifrí nos quiere decir que Abraham, como resultado de su profundo entendimiento de Dios, desarrolló amor por Dios, como atestigua el versículo: “Abraham, quien me amó” (Yeshayahu 41:8). Este poderoso amor lo incentivó a acercar a toda la humanidad a creer en Dios. De la misma forma, tú debes amar a Dios al punto en que acerques a otras personas a Él.

Las personas comparten naturalmente las cosas que aman. Lo que nos llevará hasta nuestros prójimos judíos es nuestro amor, entusiasmo y aprecio verdaderos por Dios y la sabiduría de su Torá. En la misma medida en que amemos a Hashem y su Torá, estaremos motivados a compartir este amor.

Más aún, el kiruv y el estudio de Torá están íntimamente relacionados. El Talmud (Avodá Zará 9a) enseña que el mundo está destinado a existir durante 6.000 años, que están divididos en tres etapas; 2.000 años de desolación, 2.000 años de Torá y 2.000 años de los días del Mesías. ¿Cuándo comenzó la era de 2.000 años de la Torá? El Talmud calcula que fue cuando Abraham tenía 52 años, cuando junto a su esposa Sará iniciaron el primer movimiento de kiruv y comenzaron a acercarse a las masas para enseñar los valores de la Torá al mundo.

La era de Torá no comenzó con Adam Ha-Rishón, tampoco con Shem y Éver, quienes tenían su propia Ieshivá. Comenzó en el momento en que Abraham se dio cuenta de que la realidad de Dios debía ser compartida con el mundo. Esto es porque el objetivo de la Torá no sólo es el perfeccionamiento personal, sino el perfeccionamiento de todo el mundo. El mesit, al tratar de alejar a los judíos de Hashem, está destruyendo el mundo. Quien trata de traer al pueblo judío de regreso a Hashem, lo está construyendo.

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