La corona de la Torá

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Trumá (Éxodo 25:1-27:19 )

Dijo Rabí Yojanán: Hay tres coronas [que adornaban los utensilios del Beit HaMikdash]: la corona del Altar de Oro (el Mizbéaj Hazaav), la corona del Arca (el Arón) y la corona de la Mesa (el Shulján).

La corona del Altar: Aarón la mereció y la tomó (Rashi: esta representa la corona del sacerdocio, que le fue dada a Aarón y sus descendientes).

La corona de la Mesa: David la mereció y la tomó (Rashi: la abundancia de la mesa y la opulencia majestuosa representa la corona del reinado, que le fue dada al Rey David).

Pero la corona del Arca (Rashi: que representa la corona de la Torá) continúa en reposo. Todo el que quiera tomarla puede venir y hacerlo. Y para que no pienses que es inferior a las otras coronas, la Torá declara: “A través de mí reinaran los reyes” (Mishlé 8:15).

Talmud, Yomá 72b.

La corona del Arca representa el Kéter Torá, la ‘Corona de la Torá’. El Talmud dice que esta corona está al alcance de cada uno de nosotros. ¿Cómo la conseguimos? ¿Está al alcance de todos, incluso si no fuimos bendecidos con la inteligencia, diligencia y paciencia requeridas para convertirnos en talmidei jajamim, ‘eruditos en Torá’?

El Rambam menciona estas tres coronas que se le dieron al pueblo judío, y escribe, en referencia al Kéter Torá: “La corona de la Torá está ahí, esperando, lista para todo judío, como está escrito: ‘La Torá que Moshé nos ordenó es la herencia de la Congregación de Yaakov’ (Devarim 33:4). Todo el que la quiera puede venir y tomarla” (Hiljot Talmud Torá 3:1).

El Rambam utiliza tres palabras para describir el Kéter Torá: “ahí”, “esperando” y “lista”. Ninguna palabra del Rambam es extra, cada término viene a enseñarnos algo.

“Ahí” significa que la Torá está a tu alcance. No hay obstáculos para llegar a ella, y no necesitas luchar contra nada ni nadie para obtenerla.

“Esperando” significa que la Torá no va a ir a ningún lado. No está huyendo, pero tampoco vendrá a ti. Se quedará allí hasta que vayas por ella.

“Lista” significa que la Torá está hecha a medida y está lista para ti. Te calza como un guante, no hace falta ningún ajuste ni cambio. Es tu herencia, te corresponde por derecho, y tu propiedad sobre ella es tan válida como la de cualquier otro judío.

El Rambam nos enseña que la Torá es alcanzable, asequible y que está hecha a medida para ti. No hay nada que nos impida obtenerla. Pero hay una advertencia a continuación, en la crucial oración final de arriba: “Todo el que la quiera puede venir y tomarla”. La condición para obtener la Corona de la Torá es realmente quererla. La Torá debe ser tu único enfoque, tu deseo ardiente, y debes perseguirla con pasión, con cada partícula de tu ser. Si la quieres así, se te garantiza que la obtendrás, más allá de tu inteligencia y capacidad.

La grandeza en Torá depende casi exclusivamente de nuestros esfuerzos. Si nos esforzamos lo suficiente, el entendimiento resultante es un regalo de Hashem. Como dice el Talmud: “Si alguien te dice ‘me esforcé y no encontré’, no le creas… si alguien te dice ‘me esforcé y encontré’, entonces puedes creerle. Esto se refiere al entendimiento de las palabras de Torá” (Meguilá 6b). Dios promete que todo el que haga un esfuerzo sincero para entender la Torá, tiene garantizado encontrarla.

El uso de la palabra ‘encontrar’ es interesante, ya que “encontrar algo” no es un resultado directo de los esfuerzos propios, sino que implica tropezarse con algo que aparece de la nada. Esta es una descripción apta del estudio, dado que nuestros logros en Torá, así como otros logros espirituales, son un regalo de Hashem. Dios nos lo da, pero nuestro esfuerzo es el medio para obtener esa recompensa.

Si carecemos de entendimiento en Torá, no es porque Hashem no quiera dárnoslo. Es porque no hicimos el esfuerzo correcto para conseguirlo.

Sí, adquirir Torá puede ser un proceso lento, pero si continuamos comprometidos, se nos garantiza el éxito. Cada milímetro de esfuerzo hace una diferencia. La Torá eventualmente nos cambiará, incluso si no vemos el impacto del proceso en el camino.

El gadol hador improbable: Rabí Eliézer ben Hírkanus

Hasta el estudiante menos dotado de una Ieshivá puede llegar a alturas sorprendentes, como es ilustrado por la historia de Rabí Eliézer ben Hírkanus (Pirkei de-Rabí Eliézer 1).

Eliézer, el hijo de Hírkanus, era un ignorante granjero que trabajaba para su padre. Un día, mientras araba en la montaña, se detuvo y comenzó a llorar.

El padre de Rabí Eliézer, Hírkanus, uno de los talmidei jajamim de su generación, le preguntó a su hijo: “¿Por qué lloras? Si hace demasiado calor en la montaña, te enviaré al llano”. Entonces Eliézer ben Hírkanus comenzó a arar en el llano, y pronto comenzó a llorar también allí.

“Mi hijo, ¿por qué lloras?”, preguntó Hírkanus.

“Quiero estudiar Torá”.

“¿Estudiar Torá? Vamos, hijo, ¡Tienes 28 años! Es hora de que te cases y comiences una familia. Tus hijos pueden estudiar Torá”.

Pero Eliézer ben Hírkanus no dejó de llorar. Lloró hasta que Eliahu Hanaví vino a él y le preguntó: “Eliézer, ¿por qué lloras?”.

“Quiero estudiar Torá?”.

“Muy bien”, contestó Eliahu. “Ve a Jerusalem y busca a Rabí Yojanán ben Zakai”.

Eliézer fue donde Rabí Yojanán ben Zakai y lloró ante él.

“¿Por qué lloras?”, preguntó Rabí Yojanán ben Zakai.

“Quiero estudiar Torá”.

“¿No te enseñó tu padre Kriat Shemá, Birkat Hamazón y Tefilá?”.

“No”.

“Entonces ven y te enseñaré”.

Y así, Rabí Yojanán ben Zakai, el gadol hador, le enseñó a Eliézer Kriat Shemá, Birkat Hamazón y Tefilá. Luego dijo: “Muy bien, Eliézer. Lo hemos logrado, es hora de que vayas a casa”.

Al escuchar esas palabras, Rabí Eliézer ben Hírkanus volvió a llorar. “¿Por qué lloras?”, preguntó Rabí Yojanán ben Zakai.

“Quiero estudiar Torá”.

“Bueno, te enseñaré más Torá”.

Mientras tanto, por cuanto su hijo se había negado a trabajar en el campo, Hírkanus lo eliminó de su herencia.

Rabí Yojanán ben Zakai le enseñó a Eliézer más Torá: algo de Jumash y Mishná. Después de esto, Rabí Yojanán dijo: “Eliézer, es tiempo de que vuelvas”.

Pero Eliézer lloró: “¡Quiero estudiar Torá!”.

Y entonces continuó, hasta que un día, mientras Rabí Eliézer ben Hírkanus estudiaba sentado en el fondo del beit midrash, su padre, Hírkanus, entró inesperadamente. Rabí Yojanán ben Zakai le dijo a Rabí Eliézer que fuera al podio y recitara en voz alta su Torá, y Rabí Eliézer se paró y enseñó Torá que no había sido oída desde la entrega de la Torá.

Cuando Rabí Eliézer terminó, Hírkanus estaba lleno de orgullo. “Eliézer”, dijo, “al principio quería darles toda mi propiedad a mis otros hijos y no a ti, ¡pero ahora voy a darte todo lo que tengo sólo a ti!”.

“Padre”, contestó Rabí Eliézer, “si quisiera oro y plata, me hubiera quedado arando en el campo. Lo único que quiero es Torá”. Rabí Eliézer ben Hírkanus eventualmente llegó a ser el gadol hador, y también el rabino de Rabí Akiva.

Esta es una historia poderosa, pero genera muchas preguntas:

1. ¿Cómo pudo Hírkanus, un talmid jajam, no enseñarle a su hijo lo básico de la Torá? Hasta el más simple judío le enseña a su hijo Kriat Shemá, Birkat Hamazón y Tefilá.

Más aún, Hírkanus era multimillonario. ¡Podría haber contratado a los mejores maestros del mundo para que le enseñaran a su hijo!

2. ¿Por qué Eliézer ben Hírkanus lloró? Él era adulto. ¡Que hable y diga lo que quiere!

3. Hírkanus era muy rico, ¿por qué le importó si su hijo trabajaba o no?

4. ¿Por qué hizo Hírkanus que su hijo realizara el trabajo servil de arar? Podría haber contratado cien obreros para arar y hacer que su hijo realizara un trabajo más honorable, como el de capataz.

5. ¿Por qué Eliahu Hanaví le dijo a Rabí Eliézer ben Hírkanus que fuera al gadol hador, Rabí Yojanán ben Zakai, a aprender Kriat Shemá? ¡Cualquier lechero o talmid en el beit midrash le hubiese podido enseñar eso! ¡Esto es comparable a enviar a un reciente báal teshuvá al Rav Aarón Leiv Shteinman, shlita, para aprender el alef bet!

6. Una vez que Eliézer llegó a Rabí Yojanán ben Zakai, ¿por qué lloró? ¡Que hable!

7. Rabí Yojanán ben Zakai oyó a un hombre de 28 años decir: “Quiero estudiar Torá”. ¿Por qué asumió que aún no había aprendido Kriat Shemá?

8. ¿Por qué no supo Rabí Yojanán ben Zakai la razón por la que Rabí Eliézer lloró después de haberle dicho que volviera a casa después de enseñarle Kriat Shemá? ¡Por supuesto que lloraría! ¡Lo único que había aprendido era Kriat Shemá, Birkat Hamazón y Tefilá!

Hay una sola respuesta que puede explicar todas esas dificultades: Rabí Eliézer ben Hírkanus era cabeza hueca. Era extremadamente tonto.

Por supuesto, ¡Hírkanus había contratado un maestro para su hijo! Tenía Irat Shamáim. Seguramente contrató al mejor maestro que había.

Pero ni el mejor melamed pudo meter el Kriat Shemá en esa cabeza dura de Rabí Eliézer ben Hírkanus. Entonces, ¿qué se supone que debe hacer un padre con un hijo tan tonto? ¿Hacerlo capataz? Obviamente que no. Debe ponerlo a trabajar en el campo, para que, al menos, haga algo productivo.

Rabí Eliézer lloró. ¡Quería aprender! Pero su padre le dijo: “Hijo, hemos intentado todo. Olvídalo”. La única opción que quedaba era ir al gadol hador. Sólo alguien con semejante genio tenía posibilidades de meterle algo en la cabeza a Eliézer. Por eso, Eliahu Hanaví le dijo que fuera a Rabí Yojanán ben Zakai.

Entonces Rabí Yojanán ben Zakai se esforzó para enseñarle a Eliézer, y logró lo que nadie había logrado: le enseñó Kriat Shemá, Birkat Hamazón y Tefilá.

Excelente, has entendido lo básico. ¡Ahora vuelve a casa! Pero Eliézer lloró aún más, y Rabí Yojanán ben Zakai decidió darle una oportunidad. Como había funcionado antes, quizás podría enseñarle más. Y su estudiante, considerado el más improbable para tener éxito, llegó a convertirse en Rabí Eliézer ben Hírkanus, el líder de su generación, demostrando que hasta el más lento de los lentos puede convertirse en el gadol hador.

¿Cuál fue el secreto de su éxito?

Quería tanto estudiar Torá que lloraba por ella.

Más allá de nuestras limitaciones, cada uno de nosotros tiene el potencial para ser grandioso en Torá. Es nuestro derecho de nacimiento. Nuestro preciado legado que nos espera, lo único que debemos hacer es realmente quererlo.

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