¿Estás dispuesto a escuchar un llamado de atención?

6 min de lectura

Balak (Números 22:2-25:9 )

En esta parashá vemos una y otra vez la compasión y el amor infinitos de Hashem, que nunca pierde las esperanzas respecto a ninguna persona. A Balak, el rey de Moav, lo consume el odio hacia el pueblo judío y tiene plena consciencia de que el poder secreto de los judíos se encuentra en sus plegarias, en su devoción a Dios. Para contrarrestar esa energía, envía una delegación para invitar a Bilam, el profeta pagano, para maldecir a los judíos. Bilam se hace el piadoso y les responde que tiene que pedirle permiso a Dios. Lo que a primera vista podría entenderse como una respuesta justa en realidad es una manifestación negativa de su carácter. ¿Acaso un ser humano decente puede siquiera considerar aceptar una tarea tan malvada? ¿Qué persona cuerda le pediría permiso a Dios para hacer algo malo?

Sin embargo, Dios, con Su infinita misericordia, no castiga a Bilam, sino que primero le envía un “llamado de atención”. Dios le habla a Bilam en un sueño y le formula una simple pregunta: ¿Quiénes son estos hombres contigo?”.1

Esta pregunta no se entiende. ¡Sin duda Dios ya sabía quiénes eran esas personas! Pero en toda la Torá vemos que Dios envía “llamados de atención” con preguntas amables para alentar a las personas a reflexionar. Por ejemplo, cuando Adam y Javá pecaron, Dios preguntó: “¿Aieka?, ¿Dónde estás?”.2 Cuando Caín mató a su hermano Ével, Dios le preguntó: “¿En dónde está Ével, tu hermano?”.3

Estas preguntas tienen el objetivo de desafiar a la persona para llevarla a reflexionar, que reconozca lo bajo que cayó y motivarla a asumir el control de su vida antes de que sea demasiado tarde y muera. Lo que en realidad Dios le estaba preguntando a Bilam era qué le pasaba. "¿Quiénes son esas personas contigo? ¿Cómo llegaste a asociarte con semejantes malvados? ¿Cuán bajo puedes caer?"

¿DE QUIÉN ES LA CULPA?

¡Pero Bilam no lo entendió! Era tan arrogante que no pudo escuchar la pregunta más profunda de Dios. Una y otra vez Dios le envió a Bilam mensajes para evitar que continuara por ese terrible camino. Pero lamentablemente, cuando una persona tiende al mal, las advertencias de Dios caen en oídos sordos. El hombre tiene esta misteriosa capacidad para racionalizar, para retorcer la realidad y hacer que se alinee con sus deseos. Por más obvios y directos que sean los mensajes de Dios, de nada servirán si la persona elige ignorarlos.

Así que a pesar de las advertencias de Dios, Bilam partió en su travesía. Pero Dios todavía no había perdido las esperanzas y colocó obstáculos en su camino. Quizás a partir de esas dificultades Bilam reconsideraría su plan malévolo y entendería las catastróficas consecuencias que tendría su proyecto. Sin embargo Bilam continuó adelante y al encontrar nuevas dificultades culpó a fuerzas externas y golpeó a la mula que montaba, creyendo que todo era su culpa.

En ese momento, Dios hizo un milagro que no podía ser considerado una casualidad: La mula abrió la boca y habló, algo que hubiese sorprendido a cualquier persona normal. “¿Qué te he hecho para que me golpearas estas tres veces?”, preguntó la mula.4 De todos modos Bilam continúa en su obstinación e ignora el llamado de Dios.

Hay varias lecciones que podemos aprender de todo esto. El mensaje más importante que debemos aprender es cuán autodestructiva puede ser la naturaleza humana. Entender esto debería llevarnos a detenernos y pensar: ¿Somos sensibles a los “llamados de atención” de Dios? Cuando se nos presentan dificultades, ¿buscamos chivos expiatorios? Al igual que Bilam, ¿culpamos a las mulas” de nuestra vida? ¿Culpamos a los demás por nuestros errores y dificultades, o tenemos el coraje de examinar nuestros corazones y determinar dónde y cómo nos desviamos? Estas son preguntas dolorosas, pero si queremos vivir una vida significativa debemos responderlas con franqueza.

NUNCA PIERDAS LAS ESPERANZAS CON NADIE

Otra lección que podemos aprender de esta historia es que debemos emular el comportamiento de Hashem y nunca perder las esperanzas con quienes van por un mal camino. A pesar de todo, Hashem continuó intentando que Bilam cambiara su decisión. Así también nosotros debemos tratar de persuadir a quienes vemos que se dirigen por un camino equivocado para que entren en razón antes de que sea demasiado tarde. Nunca pierdas las esperanzas con nadie.

NOSOTROS ELEGIMOS EL CAMINO

Dios le dijo a Bilam en un sueño que no fuera con los que querían que maldijera al pueblo judío. Pero cuando llegó la segunda delegación, Dios le dio permiso. Una lectura superficial del texto sugeriría que Dios envió dos mensajes contradictorios.

A primera vista, esto parece una paradoja. ¿Dios cambió de opinión? Cambiar de opinión es una característica humana, no Divina. Entonces, ¿cómo se entiende este pasaje? Hay una enseñanza talmúdica que dice: "Por el camino que la persona desea ir, es el camino por el cual la conducen".5 Dios nos da libre albedrío: hay vida, hay muerte; hay bendición, hay maldición; hay bien, hay mal. Nosotros debemos elegir el bien, pero Dios no puede forzarnos a hacerlo sin quitarnos nuestro libre albedrío y convertirnos en robots. Si lo deseamos, no habrá fuerzas externas que nos impidan elegir el camino correcto. Si lo deseamos, nada nos imposibilitará convertirnos en mejores personas. Depende de nosotros y no podemos culpar al destino ni a las estrellas por nuestras acciones. ¡Nosotros somos los responsables!

Dios le advirtió a Bilam que no fuera con los emisarios de Balak. Cuando él insistió, Dios le dio permiso para acompañarlos, pero de todas formas le advirtió que no se uniera a su plan malvado. Esta advertencia queda en evidencia por el uso de la palabra hebrea itam, “con”. En hebreo no hay redundancias, es decir que las dos palabras que expresan "con" tienen diferentes connotaciones. Imahem deriva de la raíz am-nación, implica una ideología en común, mientras que itam es más objetivo e implica estar físicamente en el mismo lugar que los demás (por ejemplo, en un avión o un tren con muchos pasajeros) pero sin tener un objetivo en común con ellos.

En el primer sueño de Bilam, Dios le advirtió que no vaya imahem,6 "No tengas el mismo propósito que ellos". En el segundo sueño, cuando Bilam persistió en su deseo de ir con ellos, Dios dio Su consentimiento con la palabra itam, implicando que si Bilam estaba decidido a ir, podía acompañarlos físicamente, pero no unirse a ellos.7 Nuevamente, a pesar de la clara advertencia de Dios, Bilam se negó a escuchar y fue im, se unió a ellos en mente y corazón.8 Más tarde, cuando ya estaba en el camino, Dios volvió a advertirle que sólo le permitía ir para pronunciar lo que Él le ordenaría decir.9

La triste lección que aprendemos de este incidente es que incluso cuando Dios nos da una advertencia específica, incluso cuando Sus mensajes son claros como el agua y es imposible malinterpretarlos, incluso en esos casos el hombre puede pervertir y deformar la orden Divina.

Pero la triste lección no termina allí. Hay una tradición cabalística que enseña que Bilam era un guilgul de Laván, el traicionero padre de Rajel y Leá. Al igual que Bilam, Laván deseaba destruir al pueblo judío. También a Laván Dios le advirtió en un sueño que debía mantenerse lejos de Iaakov y no hablar con él ni bien ni mal, lo que nos informa que incluso lo que aparentaba ser su bien en realidad era maldad. Pero tal como Laván se rehusó a aceptar la advertencia de Dios, tampoco Bilam la aceptó. Pueden pasar generaciones, pueden cambiar las condiciones, pero la naturaleza perversa del hombre continúa igual. ¡Qué triste!

LA FUERZA SECRETA DEL JUDÍO

Bilam estaba decidido a maldecir al pueblo judío, pero Dios puso en sus labios una bendición. Cuando Bilam vio la hermosa y recatada vida familiar del pueblo judío, a pesar de sus sentimientos de odio proclamó la plegaria eterna que se convirtió en la característica distintiva de nuestro pueblo a través de los siglos: “Ma tovu ohaleja Iaakov… Qué buenas son tus tiendas, Oh Iaakov, tus moradas, Oh Israel”.10 Esta es la primera plegaria que decimos al entrar a la sinagoga, y es la plegaria que algunos cantan bajo la jupá en el momento que se crea un nuevo hogar judío.

¿Cuál es el significado de esta bendición? ¿Qué es exactamente lo que vio Bilam? En verdad esta plegaria tiene muchas dimensiones. Bilam se asombró por la santidad y el recato de la vida familiar judía, que quedaba en evidencia por la forma en que se ubicaban las tiendas del pueblo judío. Para asegurar la privacidad absoluta de cada familia, las puertas de las tiendas estaban colocadas de forma tal que nadie viera la entrada de sus vecinos.

Las tiendas y las moradas también son referencias a las sinagogas y a las salas de estudio. Esta es la base triple de fuerza que garantiza la invencibilidad y eternidad del pueblo judío:

El recato y la santidad de la vida familiar judía.

La devoción de la nación a la plegaria y el servicio a Dios.

El compromiso del pueblo al estudio de Torá.

Esos tres pilares garantizan nuestra supervivencia, pero si se ven comprometidos, está en riesgo la vida misma de nuestra nación. Bilam intentó invocar una maldición sobre nuestro pueblo al declarar que nuestras salas de estudio y sinagogas estén vacías y que nuestros hogares y la vida familiar se vean afectados por influencias extrañas. Pero a pesar de sí mismo, debió declarar alabanzas, porque Dios le brindó una visión, y él vio que el pueblo judío existiría para la eternidad tenazmente aferrado a estas tres bases sobre las que se construye la vida judía.

De hecho, no importa a qué rincón de la tierra nos haya llevado el destino, ni cuánto sufrimiento, dolor y persecución hayamos experimentado. Más allá de los estragos de la asimilación, siempre hubo y habrá judíos comprometidos que estén dispuestos a sacrificarse y adherirse a esta fórmula triple: la santidad de la familia judía, la devoción a la plegaria y el servicio a Dios, y el estudio de la Torá.

Por cierto, "qué buenas son tus tiendas, Oh Iaakov, tus moradas, Oh Israel".


NOTAS

1. Números 22:9.
2. Génesis 3:9.
3. Ibíd. 4:9.
4. Números 22:28.
5. Makot 10b.
6. Números 22:12.
7. Ibíd. 22:20.
8. Ibíd. 22:21.
9. Ibíd. 22:35.
10. Ibíd. 24:5.

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