Justicia verdadera

3 min de lectura

Shoftim (Deuteronomio 16:18-21:9 )

Para que haya paz, debe haber jueces y juicio. Ser un juez es una de las tareas más difíciles del mundo, pero alguien debe cumplirla. En teoría, podríamos dejar que Dios decida todo. Al fin de cuentas Él sabe juzgar mejor que nadie. Él sabe la verdad y conoce nuestras motivaciones. Dejemos que Dios decida cómo y cuándo hacer justicia.

Filosóficamente esto puede parecer apropiado, pero Dios nos instruyó tener jueces y cortes. Él quiere que establezcamos nuestro propio sistema de justicia, a pesar de que Él decidirá los demás detalles del juicio. Tenemos principios que guían nuestra justicia. Queremos expresarnos como una sociedad justa. Pero si los humanos son falibles, entonces a veces un juez puede cometer errores. En ocasiones no logramos conocer todos los hechos y se cometerá una injusticia. ¿Qué ocurre entonces?

En ese momento Dios, con Su infinita sabiduría, interviene y arregla todo tal como Él considera que debe ser. Nada pasa desapercibido. Nada queda desequilibrado. Cada detalle de la vida se toma en consideración y se alinea con justicia Divina. Necesitamos una corte de justicia para decidir si una persona es culpable de asesinato. Pero si lo es y el sistema la declara inocente, igualmente deberá enfrentar la justicia, si no en este mundo en el próximo.

DETALLES, DETALLES

Cuando observamos los detalles de la vida descubrimos que, a menudo, la Torá nos pide que los miremos desde una perspectiva distinta a la que hubiéramos adoptado naturalmente. Si piensas en un sistema de justicia secular, quieres que cuide a las víctimas, que proteja a los inocentes, castigue a los perpetradores de malas acciones y cree en la sociedad tanta justicia como sea posible. Es muy diferente considerar a la justicia civil como una expresión de la justicia, en lugar de hacer justicia con nuestras propias manos.

La vida es muy valiosa. Las personas son valiosas. Tenemos que proteger a las personas siempre que podamos. Pero las personas que realmente quieren burlar al sistema, a menudo lo logran. Eso está en manos de Dios. Él es el único que puede juzgar a los seres humanos. Tenemos que hacer algo, pero no tenemos la última palabra ni como jueces ni como jurado.

Dios dirige el mundo, a pesar de que a menudo Él permita que parezca que nosotros lo dirigimos. Es Su mundo, nosotros vivimos en él. Mientras sigamos Sus instrucciones, todo estará bien. Cuando no seguimos Sus instrucciones, las cosas se vuelven innecesariamente complicadas.

¿QUÉ PODEMOS HACER?

En este momento, en nuestra generación, la situación parece bastante complicada.

La respuesta a "qué podemos hacer" es tanto simple como compleja. ¿Cuántos problemas puedes mencionar? Innumerables. Cada problema es diferente y presenta su propia dificultad.

Sin embargo, hay cosas simples que podemos hacer y que tendrán un efecto dominó en el mundo. Cosas pequeñas que significan mucho.

Oculto dentro de cada uno de los 613 mandamientos de la Torá hay un principio, un concepto guía que nos permite cumplir el mandamiento en muchas más situaciones que las implicadas directamente. Muchos mandamientos parecen estar restringidos a ciertas personas o a ciertas épocas. Algunos son sólo para los cohanim, otros para las mujeres, para los granjeros… Algunos se aplican sólo en la tierra de Israel, otros sólo cuando está el Templo Sagrado, etc. Entonces, ¿por qué nos referimos a los 613 como si pudiéramos cumplirlos a todos? Por los principios. Cada mandamiento es un canal que te une con Dios, tanto si aplica o no a ti específicamente.

Por ejemplo, en Deuteronomio 20:19 hay un mandamiento que prohíbe talar un árbol frutal durante una guerra. Si no sales a la guerra y no necesitas talar un árbol frutal al sitiar una ciudad, el mandamiento no parecería tener sentido para ti.

Los Sabios dicen que la Torá nos enseña algo más que eso. La Torá nos inculca que debemos valorar las cosas que brindan beneficios. Un árbol frutal beneficia a muchas personas. No debería ser destruido, a menos que se tenga una muy buena razón. Si llevas este principio un poco más lejos, tendrás cuidado de no desperdiciar recursos. No pedirás una bolsa de nylon en la tienda cuando compres tus baterías AAA, que puedes llevar cómodamente en tu mano (junto con el recibo).

El Séfer HaJinuj dice que algunas personas sagradas son cuidadosas hasta con los objetos más pequeños, como un grano de arroz, para no destruirlos ni tirarlos a la basura sin motivo suficiente.

La sociedad actual, en la que todo es “descartable” parece haber generado una personalidad que de forma sutil nos aleja de Dios. ¿Es posible que algunos de los otros males de la sociedad sean consecuencia de nuestra falta de valoración de los objetos útiles?

Ejercicio espiritual:

Encuentra en tu casa algo útil que no sea utilizado y encuentra un uso apropiado para él. O dáselo a alguien que pueda usarlo.

Haz clic aquí para comentar sobre este artículo
guest
0 Comments
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
EXPLORA
ESTUDIA
MÁS
Explora
Estudia
Más
Contacto
Lenguajes
Menu
Donar
Únete a nuestro newsletter
Redes sociales
.