Una de las secciones más incisivas y enigmáticas de la Torá aparece en la parashá de esta semana:

Este mandamiento que te ordeno hoy, no está oculto de ti ni te es lejano. No está en el cielo, para que digas: "¿Quién ascenderá por nosotros al cielo y lo tomará para que lo escuchemos y lo cumplamos?" Tampoco está al otro lado del mar, para que digas: "¿Quién cruzará por nosotros hasta el otro lado del mar y lo tomará para nosotros para que lo escuchemos y lo hagamos?" Sino que esta palabra está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón para llevarla a cabo" (Deuteronomio 30:11-14).

Sabemos que la Torá no está en el cielo ni del otro lado del mar, porque Dios nos enseñó Su sabiduría. Tenemos los 24 libros de la Biblia y una tradición oral con 60 secciones de instrucciones morales y espirituales. Entonces, ¿por qué alguien podría decir que está en el cielo o al otro lado del mar?

Todos tenemos una cantidad infinita de excusas para no estudiar la sabiduría. Prácticamente cualquier persona racional te dirá que la sabiduría es uno de los valores más importantes de la vida. Sin embargo, hay que buscar con lupa a las personas que dedican dos o incluso una hora diaria a buscar la sabiduría. Todos queremos sabiduría, pero no la buscamos como sabemos que deberíamos.

La verdadera sabiduría de los depósitos de Dios se les otorga a las personas en base a su deseo honesto de obtenerla. Quien pasa cinco minutos estudiando sabiduría, porque realmente eso es todo lo que tiene disponible, puede adquirir mucha más sabiduría que quien va a tres clases por semana pero no tiene el mismo deseo.

Rav Iehudá Davis les dijo a sus estudiantes. "¿Creen que soy más inteligente que ustedes? No. La diferencia entre nosotros es que yo tengo un deseo ardiente de llegar a la verdad".

En los tiempos talmúdicos hubo un hombre llamado Elazar ben Húrkanos que ya era adulto y no había tenido la oportunidad para estudiar. Él se sentó y lloró hasta que su padre le preguntó por qué lloraba. Finalmente, él admitió: "Quiero estudiar Torá". Su padre le dijo: "No te preocupes. Te casarás, tendrás hijos y ellos estudiarán". Elazar no se conformó y continuó llorando, hasta que finalmente Dios lo guió hasta el maestro que pudo abrir su débil mente a la Torá.

¿Cuántos de nosotros lloramos para entender la voluntad de Dios? Podemos quejarnos. Podemos desearla o rezar por entenderla. ¿Pero cuántos lloramos? Llorar no sólo es una expresión de emoción, sino de lo mucho que deseas algo.

ESTÁ EN TU CORAZÓN

Dios dice que la Torá está en tu boca y en tu corazón. ¿Cómo puede estar en mi corazón si tengo que estudiarla para saberla?

Rav Moshé Jaim Luzzatto, en la introducción a La senda de los justos (un tratado sobre el crecimiento personal y espiritual), escribe que su libro no dice nada nuevo. ¡Sin embargo el libro está repleto de ideas increíbles sobre la personalidad y el funcionamiento del alma! Aparentemente el verdadero conocimiento espiritual de alguna forma ya está oculto en nuestro interior. Cuando estudiamos, lo sacamos a la superficie.

El Midrash dice que Abraham deseaba tanto la sabiduría espiritual que Dios abrió sus riñones y la sabiduría fluyó. Si entendemos esto de forma casi literal, el Midrash nos enseña que hay una fuente de sabiduría en alguna parte de nuestro estado natural, pero no podemos llegar a ella con facilidad.

ESTÁ EN TU ALMA

El Talmud dice que cuando la persona está en el útero, viene un ángel y le enseña toda la Torá. Luego, al salir del útero, el ángel nos toca debajo de la nariz y olvidamos todo. De aquí aprendemos que toda la sabiduría está oculta en nuestro banco de memoria.

Nuestra tarea al estudiar no es aprender cosas nuevas, sino despertarnos a las verdades que hay en nuestro interior.

Ejercicio espiritual:

Haz una lista de citas de sabiduría que hayas "aprendido" y que hayas sentido que son cosas que tu subconsciente ya sabía.